Opinión

Botas Red Wing Iron Ranger

Más que ilusión, cada que viene algo a junto nuestro, sentimos nostalgia. Lo que viene no llega para acompañarnos, sino a malservirnos durante el tiempo que han decidido oscuros departamentos de márquetin. Este ordenador desde el que escribo terminará, probablemente, en un basurero electrónico africano, filtrando sus metales de sangre a la tierra y a los ríos de alguien que no lo ha usado nunca. La ropa que llevo puesta, la mayoría, se desgarrará hasta que sea imposible remendarla. Y eso que me empeño en zurzirla hasta que no se distingue cuál era la tela orignal y cuál el parche. Por eso emociona cuando uno sabe que eso que le acompaña estará siempre. O casi siempre. 

Lo sé con estas botas Red Wing Iron Ranger, un modelo clásico fabricado a conciencia para los antiguos mineros de Minnesota. Unas compañeras de aventuras a las que llegué hace años buscando pisar serio. Las hacen siguendo el mismo proceso que hace un siglo, con piel excelente de un grosor fenomenal. Cada pieza está cosida con tres costuras de hilo grueso, añadiendo peso y poder. La piel es tan ruda las garantiza de por vida . Cuando la bota envejece, un zapatero especializado puede cambiar la suela con un poco de cola y unas puntadas certeras. La moda debería ser esto: elegir ropa y calzado que esté con nosotros durante años, como estas botas que vienen conmigo desde hace muchos inviernos. No tienen esas bondades impermeables de hoy pero le aplico aceite de visón para que repelan las primeras lluvias y pueda caminar por el bosque con confianza. Tienen el peso justo como para darte coraje desde abajo y, con ellas, los pasos suenan firmes. Quien te escuche caminar sin verte te dejará pasar sin duda. Con ellas suenas importante. Me encanta atarlas y ajustar los cordones de algodón encerado a las trabillas de metal. 

Quienes creen que estrenar ropa es algo magnífico, no conocen la sensación de envejecer junto a un par de botas como estas. Estos días las he engrasado para atravesar el otoño con ellas puestas. Quizá, quién sabe, vistan a otro cuando yo no tenga nada que pisar.

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