Opinión

Cucharón criollo

Cucharón criollo
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Apesar de la uniformidad galopante, todavía quedan lugares en los que la artesanía no es un teatrillo folklórico que sobrevive para aliviar a ricachos frivolones y románticos en peligro de extinción. Hay tallercitos que siguen siendo los que crean objetos para el pueblo. Esto es, utillaje robusto y hecho para durar. Cosas sencillas, planeadas sin otra intención que la de ayudar al personal en sus tareas cotidianas. Herramientas desprovistas de decoraciones ni ropajes innecesarios. Parece un milagro, mientras la humanidad se va por el tragante, que sigan a nuestro alrededor. Por eso, conviene identificarlas, usarlas, reclamarlas.

Alguien que también piensa estas cosas me regaló este cucharón criollo, que es el siguen usando en el Caribe real, ese que late bajo la enfermedad del turismo para remover sancochos y gallinas hervidas. Es un cucharón tosco, y por tanto, sincero, hecho en una aleación de metales pobres, reutilizados de otros de deshecho y moldeados en una fragua artesana. Su piel es irregular, llena de burbujas, con un acabado enfermizo pero lleno de verdad. Su forma es simple: un cazo ovalado algo achatado e imperfecto y un mango largo y curvo con un orificio en el extremo para colgarlo de una cuerda en algún rincón de la cocina. Es un cucharón sin pretensiones, que no grita ni llama la atención. Un cucharón que no quiere sobresalir. Un utensilio para salsas y caldos nacido por y para la discreción, pues ya bastante pesa la vida. No pretende ser mejor que nadie. Y en esta humildad es a la vez sereno y tierno.

Utilizo este cucharón con la olla de barro. Aunque el metal y el barro no se lleven a priori muy bien y a veces rechinen los dientes, ambos están hechos con un espíritu parecido. Servir la comida con él es un pasaporte secreto a la vida suficiente y descomplicada que está bajo la eficiente y neurótica. Algo así parece querer decir el cucharón cuando lo veo colgado de la alacena. Su imperfección es un “todo va bien” que tranquiliza con solo mirarlo. Hoy lo buscaré para que también me lo recuerde. Por muchos más consomés contigo.

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