Opinión

Exprimidor de estaño

Exprimidor de estaño
photo_camera Exprimidor de estaño

Alguien, no recuerdo quién, me regaló hace tiempo un exprimidor de limones. Una herramienta simple compuesta de dos brazos a modo de tijeras y una cavidad calada. Basta colocar medio limón sobre el vaso, apretar dulcemente el mecanismo y dejar que el jugo caiga con eficacia, sin desparramarse. Nada le queda mejor al agua fresca que unas gotas de limón en estos días de calor apocalíptico. Beber limón agudiza el paladar, sujeta el estómago y alcaliniza la sangre. Vamos, que te prepara para lo peor.

Este es un exprimidor popular. El que usa la gente. Está diseñado para limas pero, si lo empujas bien, cabe un limón (a la lima le dicen limón al otro lado del océano). Quien lo ha inventado ha observado muy bien la hechura del cítrico y cómo extraer su jugo. Es un diseño casi inmejorable, a pesar de que hay decenas de aparatos para tratar con estas frutas: Girándolas sobre un plato oval, en su versión eléctrica tan presente en las cocinas (con ese modelo indestructible que fabricó Braun en los ochenta) o la prensa de hierro que sigue en muchas casas viejas (en esta también). De todos, este de tijera me parece el mejor. Presionas sus dos hojas y enseguida tienes jugo. Es fácil de reparar (una hoja se rompió y la soldé en frío) y facilísimo de limpiar (basta un chorro de agua). Sé que durará años. Es un cacharrito que hace la vida mejor. La descomplica. Sin revolucionarla, porque se puede exprimir con las manos. Pero la hace mejor. 

Lo fabricaron en una aleación muy rudimentaria de estaño. Un material honesto que envejece bien y se va cubriendo de una pátina suculenta. Está lleno de grietas y abolladuras, como si fuesen pliegues de tierra cocida y se ensucia con facilidad. Pero la suciedad es bella. Ver sus manchas tranquiliza el corazón y calma esta neurosis de sociedad higienizante. Por eso me gusta verlo entre las sombras, en su esquina de la cocina. Allí el estaño parece el mejor de los metales. Hoy también lo sacaré de su sitio y apretaré con firmeza un limón. Será la mejor manera de saludar a ese sol que ya nos da miedo aparecer entre las colinas. Ojalá queden planeta y cosas que exprimir cuando yo deje de estar. Cuando el exprimidor sea del siguiente.

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