Opinión

Tijeras de pescado Arcos

Aveces, uno fantasea con un acumular opíparo y tener por la casa colecciones de derroches: braseros de oro, caparazones de tortuga, pieles repujadas, una clepsidra, tapices de Aubusson. Pero, ya en un segundo pensamiento, quién necesita extravagancias cuando puede refugiarse en lo útil, en lo que sirve, en lo que ayuda. Si una pieza de utillería trabaja bien y es además hermosa, todo se reconcilia. Quizá no necesitemos más que unas pocas cosas que nos auxilien en tareas importantes y nos transformen al empuñarlas. Intentemos que hayan sido hechas desde la conmoción, para que la belleza nos haga mejores todos los días. Si hubiera algún tipo de salvación, esta sería una de las primeras.

Dicho esto, uno puede redimirse con ese gesto pequeño de manipular unas tijeras. Para casi todo, tengo estas tijeras de pescado. Dos hojas en acero inoxidable que se doblan sobre sí mismas en unos cómodos dedales circulares, que se instalan sobre los huesos de los dedos para ejecutar cortes limpios y precisos. Están unidas por un tornillo leve que las aprieta y marca su ritmo y su hambre. Son unas tijeras especializadas, que combinan un filo cortante con otro dentado para cortar aletas, arrancar espinas, raspar escamas. Y, aunque el pescado llegue ya a casa limpio por manos expertas, acudo a ellas para tareas menores pero importantísimas, como picar perejil o abrir uno de esos envases fastidiosos que envuelven la modernidad.

Pocos objetos son tan sencillos como estas tijeras, que no combinan otros materiales y son casi de una pieza. Y pocos son tan eternos como ellas, porque el acero fenomenal apenas tiene desgaste y con un masaje de piedra están listas para cortar de nuevo. Cuando no las uso, que es la mayor parte del tiempo, las veo colgadas del imán para cuchillos y cosas de cortar que tengo en la cocina y siento un consuelo profundo. Allí están, honestas, sinceras, fiables. Listas para vestir los dedos y accionar ese ritmo metálico que convierte la mano en una herramienta musical capaz de dividir todo sucesivamente. Este es el tipo de seguridad que hay que pedirle a las cosas. 

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