Opinión

De acá para allá en bici eléctrica

Un gran logro que permite ya alargar la vida ciclista que de otro modo tendría que reducirse a un andar por casa y en llano

Aumentado el radio de acción, estimulado por esa fuerza extra puedes pedalear por monte hasta más allá de 60 km.

Como el occidente y el sur de la provincia un tanto pedaleados, más por tierra que por asfalto, de las que muchas terciarias vías de tan escaso tránsito que el firme llega a vegetarse, dejando un vestigio de esos irracionales asfaltados en los que más se adivina un dar trabajo a socio o amigo que en la utilidad. Me harto de pasar por carreteras sin tránsito de auto alguno.

Desde la ciudad, partiendo del llano por unos minutos, siempre hay que ascender salgas por donde lo hagas, salvo que sigas el curso del Miño, que penarás solamente en los toboganes. Si por el sur u oeste te toparás con Barbadás donde ubicada la casa del concello: Cimadevila, Regueiro, Os Fornos, Eirexa. Allá por las primeras casas hollarás el monte a través de tan amplia pista, que la sensación de que a punto de asfalto, pero va resistiendo como térrea, cuando superado fuerte repecho te hallas en Sobrado, de los que tres nombres (Prado, Alén, Eirexa), muchas gentes que se ganaban la vida con piñas, carqueixos; los de más posibles, traficaban con carnes o elaboraban vinos en unas señeras y pétreas bodegas en los aledaños de la aldea. Desde aquí, como en casa, cuando atraviesas la cuasi térrea rúa Outeiriño que he de pensar que puesta porque te lleva a un Outeiro o remata en él. Aquí alguno se ha levantado un chamizo; más adelante, en el camuflado bosque, algo más que eso, cuando seguimos pedaleando hasta alcanzar los Castros donde a tanto platillo que no bombo se anunciaron excavaciones de las que ni rastro. Estamos en la base de helicópteros contra incendios. Las opciones, alcanzada la cima, te pueden diseminar hacia las tierras del Arnoia en frente, o a derecha, a las del Miño, porque bajando, gran parte de los bikers a tumba abierta, te darás con Pereira, Lamas de Outeiro, Sabucedo, todas aldeas de las tierras de Montes como la cercana Teixugueiras, A Seara, Gueral o las Ellas, da Cima e de Abaixo. Por Sabucedo se puede libar cualquier refresco, café o licor en bar sito frente al eclesial ábside de esa más que parroquial iglesia, basílica erigida por el canónigo Casas. Por As Teixugueiras tenía algún conocido, que sí dejo unos cuantos más que conocidos, amigos, en Sabucedo como Paco Vázquez, Francisco para los de su pueblo, eminente ginecólogo, miembro de la Academia gallega de Cirugía, que ahora anda metido a plantador de bosques en sus predios, o en a Seara, a Soler P. Ferro, un laboral colega más aplicado a su huerta que a visionar obras ciudadanas, pero que no desaprovecha para darse rurales y vespertinos paseos con Aurora, su consorte. Arreo entre densa floresta y forestales pistas de tan herbosas que ya casi perdida la huella del paso de vehículos, cuando debo acometer fuerte repecho al que minimiza la suplementaria fuerza del eléctrico motor. Doniz me recuerda a dos hermanos, Benito y Leopoldo A. Carrera, que habitan en la casi soledad de la aldea sin otros quehaceres que los diarios acarreos de viandas. Muy singulares vecinos que no es dado ver en otra parte, aunque Leopoldo se perdía a diario en la ciudad.

Por Muntián, esa aldea bajo As Maravillas, donde en tiempos de maduración de frutas, invitados por el poseedor de un gran pomario a la variedad de sus manzanas, que como no en tiempo de sazón y casi de brote, continúo pedaleando por donde la concentración parcelaria hizo gran labor, hasta Ponte Freixo con retorno por a Ulfe, que siempre me sonó a germánico burgo. Rara la aldea sin restaurar cuando la ruina parecía abatirse sobre tantas. Desde a Lampaza, más conocida por Ponte Grande, atravieso el Arnoia hacia Rabal da Cima, hay otro de Abaixo e incluso un Rabal da Eirexa; paso Sampaio, que capilla tiene y un par de vecinos en edad, a los que más oigo que veo en breve detención para bombinazos infructuosos en pinchada rueda, notada la cual ni hice bajar a los dioses de su olimpo ni a otros culpé si no a mi negligencia de circular por entre puntiagudos guijarros o alfombrados camino de tojales recién cortados o a cualquier clavo, punta o tornillo atrapado; me planto en a Merca, ya solucionado el problema con el antipinchazos líquido; echo un parlamento con Ramón, al que muy recuperado hasta en kilos hallo. Como me dice que ahora inmerso en su afán coleccionista de enseres del campo y de tantas recogidas historias o contos que ha plasmado en un librillo intitulado Cousas do Ramón da Merca, historietas de humor en las que se entremezclan cregos e tratantes, rapaces e rapazas... gentes todas del rural. A ver si ahora con más tiempo para ir dando rienda a su incesante búsqueda de lo que en el rural se va perdiendo si no hubiese hombres como él. Como es hombre de bullentes ideas está empeñado en resucitar, aunque fuese por un día, el Festival da Canción Labrega que en pleno franquismo parecía una osadía desafiante y lo fue porque Ramón, para evitar la cárcel, hubo de depositar una fianza mientras Bibiano y Benedicto, entre otros, dejaban oír sus voces protesta, y Ramón ya rumiaba a Festa do Porco donde prometió su presencia y estuvo Manuel Vázquez Montalbán, insigne escritor, colaborador diario en El País, gastrónomo. A ver si en agosto asistimos a la reposición, cuando gran parte de aquellos cantautores y autores se hallan en otra dimensión, o sea, que ya no están, mientras Ramón si está y prosigue en su búsqueda etnográfica más allá de la contorna.

Te puede interesar