Opinión

Beiras, ese Júpiter Tonante, decía Elvira Cuevillas

Beiras, el incansable azote en el galaico parlamento de Fraga, ese gran patrón que desahuciado por carencia de votos en el Estado para presidir un gobierno, se vino a una Galicia en la que en cierto modo se resarció de su fracaso de hombre de estado. En El Cercano, aunque no se había dado la publicidad que el personaje demandaba, se presentaba el otrora tonante exdirigente del Bloque, uno de los fundadores del PSOE gallego, recientemente fundador de Anova; en este escenario glosaba su último libro en un ambiente íntimo y proclive. Beiras, que en su esplendor oratorio sería calificado como Júpiter Tonante por la eximia e inolvidable Elvira Cuevillas, esa fémina inquieta y andariega que fue la hija del notable arqueólogo y escritor Florentino L. Cuevillas. Ella, que entusiasmada por un mitin, estaba como obnubilada por el verbo canoro y por esos cabellos largos y ensortijados que daban a Beiras el aspecto de supremo dios de la mitología greco-latina. Como Elvira no tenía palabas para definir el impacto se le ocurrió entronizar al líder nacionalista situándolo en ese Olympo reservado solamente para los más grandes.

No puede decirse que Beiras hiciese alarde, en esta presentación de su última obra, de esa cálida palabra, más bien pausada esta vez, pero que se desbocó un tanto cuando en el apartado de preguntas tocaba un tema que le apasionaba, como casi todo en ese hombre capaz de contagiar tanto a un auditorio reducido como a esos llenos de las aulas universitarias en las que, magistral, exponía sus teorías. Para Beiras no existe la democracia. Rememorando su sorpasso al Psoe gallego diría que en la etapa Fraga ni una sola proposición suya o de todo el espectro de la oposición fue aprobada ni aun considerada. ¿Dónde está la democracia?

Pues la democracia es ese ente inaprensible en el que las mayorías se imponen a las minorías y no dejan un solo resquicio para atender sus demandas. Esto lo sufrió él con el gran patrón Manuel Fraga en su época más dorada en la oratoria parlamentaria de quien nunca se consideró homo politicus, dijo, sino profesor, luego catedrático universitario en la USC. Ahí ejerció la docencia. De la política no hizo profesión ni jamás un modus vivendi. Habló Beiras de su visión de una Galicia convertida en colonia dentro del estado español. Sus reflexiones sobre la democracia me parecieron acertadas y que la democracia se ha convertido en un somnífero para adormecer a los pueblos, también. Con todo, es el menos malo de los sistemas, por no decir que el mejor de todos los hasta ahora conocidos.

Entre la concurrencia el abogado Nemesio Barxa, ligado al nacionalismo y que me dice que ahora  presidente del club o de la orden de los cofrades del vino. Con él, Maribel, su esposa que le acompaña allá donde vaya. Y aunque allí si no olía a los efluvios báquicos si a los que elaboran preciados vinos allá por la ribeira del Avia como Chon y Arsenio, potenciadores del Vilerma, ese Ribeiro de nombre. Manolo Montero, docente de artes marciales, en retaguardia, seguía el acto. El escultor Manolo Buciños iba a presentar a Beiras, pero algún impedimento para que no acudiese, y en su lugar ejercería de introductor el propio Moncho Conde Corbal, creador y sostén de El Cercano, presentando al orador. En el capítulo de preguntas intervino el ginecólogo Liceras con una sobre el contenido neuronal de nuestro cerebro y las miríadas de cerebrales células que perdemos cada día, como alusión al paso de los años.

Beiras fiel a su prototipo en este apartado, aunque breve, de preguntas, mostrando un ímpetu que antes había como contenido más que ocultado. Algunas ausencias significadas en el acto, y, de entre ellas, seguro que le hubiera gustado ver a su amigo, al magistrado Quino González, como mecenas embarcado en su día en un proyecto de rescatar del olvido al periodista y escritor de humor y ciencia ficción Julio Vázquez Gimeno. Sin una prolongación más allá de la que la prudencia aconsejaba se pasaría a la venta del libro por uno de los libreros de Tanco y la subsiguiente dedicatoria del autor que no hizo regateos con su sola firma, si no que se permitió algún florido texto.

Como de Beiras mucho escrito, uno no pretende sino pinceladas recordando que otros como él no rehuyen los reducidos espacios, acostumbrados a enarder a los oyentes en los grandes, y que aún se complacen de estas presentaciones a unos cuantos en casi íntimo ambiente. Nuredin o taxista e Amedine o pintor, libro sobre el trasmundo colonial es la última aportación de quien fue miembro del Consejo internacional del Foro Social Mundial.

En la ciudad caían esas escasas gotas que dan las tormentas que más secas parecen y que en años pasados siempre concurrían por los meses junianos y eran habituales allá por las fiestas del Corpus sin que nadie las convidase y sin que fuese necesario, por un estío en ciernes aún, que los ordinarios de la diócesis (obispos) invocaran el ad petendam pluviam (pidiendo  a los cielos que lloviese) sacando en procesión a lo más granado del católico santoral.

Me dejo caer por una calle con poca defensa de la llovizna, que más apetece sobre el rostro que a resguardo, sobre todo cuando sales de estar bajo cubierto y con las ideas como embotadas, más por el encierro sufrido que por la oratoria beiriana. Seguro que a él le hubiera gustado teclear el piano, abierto y cercano, quien confesó que la música profesional fue una de sus frustraciones. Los que conocemos esta vertiente de Beiras nos quedamos como si huérfanos de sus sones. Júpiter Tonante no lanzaría sus rayos sobre una concurrencia escasa, determinada por el reducido espacio, ni aun afuera, a cielo descubierto, porque apaciguada la tormenta nuestro jupetirino visitante reservaría sus rayos y truenos contra esa adormilada tropilla de conformistas regidores de la res publica, manipuladores de las conciencias a través de las sutiles nebulosas de los medios de masas como un orweliano gran hermano que todo lo preside. Un Beiras capaz de despertar conciencias y sacarnos de la modorra de nuestras rutinas. Hay que agradecer a este relumbrante personaje galaico su defensa incansable del patrio solar o eso que da en llamarse galleguismo en el que fue dejando girones malgrê l´indeference de muchos correligionarios; la de los otros, se presume.

Un Xosé Manuel Beiras Torrado forever, conservando ese indesmayable espíritu.

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