Opinión

Cosas de aquí y de la occidental frontera

La raia siempre fue semihúmeda entre Ribeiro de Baixo y Pereira, separada por el río Laboreiro o de Castro Laboreiro.
photo_camera La raia siempre fue semihúmeda entre Ribeiro de Baixo y Pereira, separada por el río Laboreiro o de Castro Laboreiro.

Como en Intocable, esa película de éxito en la que un potentado, por accidente, se halla postrado en una silla de ruedas y depende de un cuidador negro, muy vacilón, del que su entorno prescinde porque ciertas licencias se toma como asistente, pero que por los sucesivos que fueron pasando, añora, hasta que vuelve. Así se expresaba Chelís Tovar al que en un banco de un paseo cabe al río Barbaña hallé con un negro cubano por asistente. De ahí que me soltase eso de Intocable, porque él si no impedido de inferiores miembros si de carencia de pulmonar ventilación que le impiden esos paseos autónomos que aun ayer se daba. Con Chelís, como siempre le llamaba Gil Carlos Risco, y los demás por ese corrientísimo de José Luis, por lo que habría de identificársele poniendo el apellido Tovar. Para esto la ventaja de los sobrenombres es evidente. Repasamos en unos minutos su etapa en los Coscas, Scouts, Alpino Manzaneda, vicepresidencia de la gallega de esquí… porque del mundo laboral, aunque su sustento, de él no solemos hablar.

Y en este paseo Barbaña, cuatro pegas (pica-pica), cuando en las afueras ni acercarse, aquí a escasos metros, como los patos del género azulón o ánsar real o alabanco en gallego, que, huidizos, en desbandada cuando vagas por las riberas de un embalse o río, aquí casi los tocas. Un gorrión, que decíamos pardao, en numerosas bandadas antes, ahora de menos, se apodera a mi paso de un trozo de pan y raudo sale volando, pero a los pocos metros encuentra a congéneres de su bandada que le roban el trozo, y uno de los rateros procura ausentarse, en otro lugar, pero imposible porque traía a sus colegas gorriones que le disputaron el trozo. Ignoro cual se lo quedaría o quien estaba por la labor de desmenuzarlo que, a lo mejor, el primer cogedor, adrede, lo iba dejando a los sucesivos encargados del despiece para después aprovecharse  del trabajo; esta secuencia ya no la seguí, por improbable.

En los alféizares de los traseros edificios de la rúa Celso Emilio, que dan al pabellón deportivo del colegio Lagoas, de primaria, sigue ese casi centenar de aviones roqueros, esos cercanos parientes de golondrinas y vencejos. Solo que mientras estos para salir volando tienen que disponer de cierta altura, veo que los roqueros para reposar de tanto vuelo a ras a la caza de insectos, unos, y al despioje, otros. Lo sorprendente es que posados en el callejón, fácilmente remontaban el vuelo.

Yendo a la sierra da Peneda obligado el paso por Pereira que no A Pereira, como me puntualiza Pepe Ficheira, ese ilustrado vecino que prefiere el retiro aldeano al bullicio ciudadano, aunque de diarias tertulias donde tanto se parlotea por Entrimeña o aledaños cafés, mientras de detención con él de algunos minutos a mi paso por esta aldea enclavada en la sierra do Quinxo donde Tino es ese muchacho que se ha esforzado para que una señera ruta por los molinos esté operativa, y donde uno recuerda a un Faustino casi centenario y empleado aún en labores campestres, a un Pepe Caín que iba en burro frecuentemente, cabalgando hasta los mismos altos de la serra do Quinxo, casi a esa edad, él que había estado en la estiba lisboeta. Se posicionaba en el cimero Quinxo, en el Outeiro do Quintano, no sé si con ánimo de avistar la mar que le llevase en sueños a la capital lusa como en un reencuentro, aunque desde allí más que verla se intuyera; un hijo surcando más cielos que mares se plantaría en Australia como residente, y ambos, padre e hijo, devotos dela mariana tradición, importantes donativos harían al santuario de Nossa Senhora da Peneda, como en placa consta. Los Ficheira, dichos así por el sector de A Pereira donde vivían y tenían una especie de tienda de ultramarinos o almacén de muchas cosas a modo de un "corte inglés". Rememoro que allí varios vecinos hicieron fortuna en la emigración o se posicionaron en el país de acogida donde su hijos de más morada y aquí de esporádica visita, tal Silvino que también conocido por Laureano, por ese nombrar que las aldeas tienen. Las gentes de Pereira o las de Guxinde, las de Bouzadagro y las de A Illa, Olelas contrabandearon en su día con café, aceite, vacas o lo que fuere ventajoso importar, burlando la vigilancia de carabineros y guardinhas. Dominaban los arraianos, de esta raia seca o húmeda, porque el río Laboreiro separa en parte la frontera, todos los pasos y solo algún chivatazo daba ventaja a los fronterizos guardias. Un acento entre galaico y luso el de estos pobladores, y más sensible por esos portugueses afincados por allí, algunos ya nacionalizados aquí. Esto se da en las fronteras o se daban esos matrimonios; ahora, menos, a pesar de estar más y mejor comunicados. Es que la apertura de fronteras y el borrado de ellas nos trajo más relaciones, acaso si en cantidad, cuando antes con las trabas tenía su morbo y eran por ello más estrechas las relaciones.

Te puede interesar