Opinión

De lectores... y vendejos

En esto de escribir se despierta uno cada día con cierta inquietud provocada por la publicación en un diario dirigido a un amplio espectro de lectores. Cierto que por cada periódico no vamos a tener un lector pensando que los más numerosos salen de los suscriptores, que los lectores de bar, club o vecinal asociación no suelen pararse en un columnista a no ser que devotos del tal. Por eso se valora cada lector fiel a tus salidas semanales y cuando te encuentras con uno que te interpela y te dice que te lee, la verdad es que gratificante y animoso. Se dirá que los que te dicen que te leen no hacen sino complacerte, porque estamos tan poseídos de vanidad que estos halagos pueden inducirnos a la cretinidad por sistema. Ni los cantos de sirena deben instalarnos en la estupidez a la que proclives los humanos. Yo agradezco las muestras de amistad. Así que no rechacemos a los que dicen complacerse con nuestra lectura que no suelen ser ni los amigos, ni los cercanos y menos los parientes que son los que menos te leen porque acaso conozcan lo que a decirles vas. Por eso nunca preguntes a estos nombrados si te leyeron porque aunque dicen que sí, si les preguntases por algún pasaje de tu escritura, quedarían in albis.

Prefiero que me lean docena de eruditos que mil ignorantes, mentira, el número atrae. Lo que sÍ es que más deben considerarse las opiniones de una docena de eruditos que de los mil nombrados, y cuando los de la profesión de escribir, opinan, por aquello de ¿quién es tu enemigo?, el de tu oficio, pero no debe considerarse esto si unos cuantos de la profesión o afición, mas bien, te elogian, que agradecer se debe por lo rácanos que somos a la hora de loar lo que otros iguales hacen. Que la loa venga de un colega te obliga a la recíproca. 

Y luego de estas reflexiones sobre el lector, el que no lo es pero te ve y que puede hasta pararte, pero que nunca hará un comentario sobre algo concreto porque no te ha leído, pasamos a eso que aunque prosaico no deja de tener su celeste poema como esos agilísimos vencejos que han aparecido sobre nuestros cielos, mas casi siempre más sobre los urbanos que sobre los campestres, capaces de permanecer en los aires por muchas horas cazando su sustento sobre el krill no marino si no atmosférico, que sería en el medio los insectos que al vuelo cazan. Pensábase, decíase o creíase que los vencejos dormían en el aire, y sí lo hacen en las capas más altas de la atmósfera, pero también que criaban en el aire; se oÍa, se oía, y así quisiéramos que fuese para los más rápidos pájaros que haya sobre el cielo, salvo el vuelo en picado del halcón peregrino, capaz de superar los 300 km/h. Los vencejos con sus chillidos característicos aún sin ver, oír se dejan. Capaces de permanecer en el aire aleteando o planeando, comen y duermen en el aéreo elemento hasta diez meses, salvo en tiempos de cría que en agujero o bajo una teja hacen sus nidos. Desde las costas del oeste africano, y muchos de Suráfrica, se llegan hasta los confines continentales norteños en los postrimerías primaverales esta ave prodigiosa que por su adaptación aérea no tiene predadores, salvo en tierra cuando anida. Bienvenidos los vencejos porque de sus próximos parientes, los aviones roqueros, casi diarias noticias por su posadero vicino a me.


Palomas y un mendrugo


Y como de aves la cosa se remata en un paseo cabe a un río observé cómo unas palomas domésticas, o relativamente, se turnaban por un gran mendrugo de pan; primero apareció una que despreocupada parecía mientras palomo la rondaba hinchándose en torno a ella y como revoloteando, ajeno él a la comida y aplicado al cortejo. Llegó un pariente bravío de más envergadura y desplazó a la paloma, que se hizo a un lado, concurrieron después varios gorriones para picotear y hacer rodar el mendrugo hasta que inopinadamente apareció uno en raudo vuelo, picó el mendrugo que más grande que él y se lo llevó a ras de suelo aunque no lo vi posarse con un peso superior al suyo. El palomo a lo suyo y la displicente paloma, supongo que a la búsqueda de otro mendrugo de los muchos que por allí se sueltan para alimento incluso de los bravíos ánades, que de tan fácil alimento propiciado por generosos panaderos de sus sobrantes, en generaciones podrían perder la facultad de volar, como le ha pasado a algunas aves antaño voladoras. A veces interferir a la Naturaleza suele acarrear estas consecuencias.

En esta avanzada primavera se pueden dar todas las estaciones y se dieron porque caminado anteayer por la montaña pasamos de la camiseta, al jersey, mal llamada sudadera, aunque se use, y anorak en la cimera montaña que en el valle volvíamos a la inversa. Yo amo el cambio estacional. Difícil me sería adaptarme a  un clima estable donde las estaciones solo en el calendario y no en la realidad de un clima siempre igual, mientras veo que pocos nos desparramamos para palpar ese marco inigualable que es ver como todo se tapiza de flores.

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