Opinión

El florecimiento en su vigor como esas amistades de siempre

Ya los manzanos están floridos con un cromatismo en el que superan a tantos congéneres de todas las especies fructíferas; surgen los primeros brotes en las cepas, ahora cuando aún la amenaza de fríos está ahí, el peor enemigo de esas yemas ya reventadas si alguna helada cayese. La esplendidez de los días ha dado paso a esas nubes que nunca vierten en las cantidades deseadas cuando ya dicen y se ven algunos embalses mermados en su capacidad: Lindoso, casi bajo mínimos; As Conchas, descendiendo pero aun sin descubrir el campamento fortificado romano de Aquae querquennae que en sus 70 años de vida se nutrió de legionarios y  auxilia o tropas auxiliares, que era el contingente mayor, formado por naturales del país, para pacificación del territorio y protección de la Via Nova de Braga a Astorga. De retorno por estos parajes, entre Verea y Casal do Bispo, a la vera de la carretera, donde poca gente se para, la capilla de la Ascensión y los cinco paneles hechos de irregulares piedras, separados entre bancos también de piedra, donde el pintor Virxilio dejaría como en bajo relieve unos mosaicos alegóricos, con figuras florales y humanas, hoy semidesconchados y con piezas caídas, alguna como arrebatada pareciere por algún vandálico acto.

Un abandono, como tantos a los que acaso no se pueda proveer para paliar la desfeita. Esto me recuerda, transitador por esos parajes, que las pedestres rutas de los concellos, salvo contadas excepciones, se inauguran, no quiero decir a bombo y platillo, pero casi, para luego, por escaso tránsito y la desidia de sus promotores, pronto devoradas por hierbas, retoños arbustivos, retamales y zarzales y otros obstáculos en los que parece que la naturaleza reclama lo suyo. Una mínima previsión, más bien ojeo de algún, no digo técnico si no concejal de solo plenos, que debería perderse por estos itinerarios  y tomar nota para que el desbrozador dejase operativo el sendero…pero no, cada año las huellas de lo que fue camino se esfuman y quedan esas señalizaciones blancas y amarillas, descoloridas.

A una ciudad bacheada, cuarteada en sus calles, se le está lavando la cara, o pintando en este caso. Parece algo obsceno está forma de distraer a la ciudadanía que ve cómo se deterioran sus espacios. Hay que recordar la ciudad de Paco Rodríguez, ese alcalde víctima de una justicia lenta y errática al que ni la misma Trinidad devolverá su nombre, por aquello de injuria porque algo queda, para quien humanizó el barrio de A Ponte entre otras y si entramos en comparaciones, esta de Jesus Vázquez se nos está deteriorando: desmochan todos los aligustres de Saénz Diez, cuando más se precisa su sombra; sustituyen algunos plátanos  hispánicos sanos de San Marcial y se plantan muy desarrollados álamos y alguna variedad más; losetas desencajadas, trampas para el ciudadano, que avisado, jamás podrá apartar la vista del suelo y también por las deyecciones caninas que algún mal ciudadano no se molesta en recoger; cemento donde había losetas, un feísmo inconsentible y de abundantes muestras. Vivan los parches.

La ciudad se deteriora, los buses urbanos, por vetustos, vomitan y contaminan más, y las podas siguen. ¿En manos de quién estamos? Estas observaciones, de algunos que visitan o Lugo, o Pontevedra, o Vigo, ciudades que no admiten comparaciones, mientras la nuestra en declive, en esta visual diaria en la que puedo encontrarme con unos compañeros y sin embargo amigos, como algún escritor decía: Camilo Guede; Pepe Ferrón, que realmente es Paz antes; Pepe Otero, que antes González, y un cuarto del que no hallo el nombre ahora mismo que se van de vinos, es un decir, por aquello de unas cervecitas o algo así y alguno acaso agua, como el patrón médico prescribe. Lo mejor es la juntanza en la que aún no arreglan el mundo; quizás lo hagan cuando en más provecta edad, aunque nunca podría imaginármelos cual contingente de “ingenieros” jubilados, entretenidos en toda cuanta obra pública o privada, de cierto volumen, se diese. Andando, por la calle de las Tiendas me doy con los hermanos Cid, dedicado uno de ellos a la universitaria enseñanza y antes en el público servicio como concejal, de diario paseo ya sea por los lindes o por el interior urbano. Me voy a la Casa Consistorial, allí donde el abarrote burocrático rebasa a veces el espacio de un hall, que no demasiado grande; me atiende un servicial funcionario y por demás enterado. Me asustan estas y otras colas, aunque ahora un tanto electrónicas, pendiente de que salga tu número, por lo que papanatas de la pantalla por si poco fuera por lo que nos coloniza en toda nuestra vida. Al salir, abordo a Fernando Nespereira que me dice, en breve parlamento en la rúa Colón, que ya anda menos en bici o casi nada, él que era de los conocidos en el mundillo de los ciclistas de carretera. Me voy a la compra de una bolla de Vilamarín que se vende allá por el Posío, digamos como rosquillas. 

La ciudad está gris y los coches de solo un pasajero lo presiden todo. El coste de tanto dispendio para la sociedad ya está siendo visible. ¿Esperaremos a que se haga insoportable? Misión imposible ésta de erradicar los coches de las ciudades. Ahora mismo lo colonizan todo. Uno recuerda, años 60 en París, cómo en las peatonales calles no entraba un solo coche, a partir de las 8 ó 9 de la mañana, que un par de horas para que las furgonetas dejasen su contenido a pie de tienda. A partir de esa hora, si alguna mercancía expedida, debería ser en vehículo de tracción humana, llámese carretilla. Por acá, ya se ve, las peatonales se comparten a partes iguales y a todas horas.

En una, por  el tramo Outariz-Untes, en bicicleta, señalar lo ya dicho del deterioro de ese hermoso y umbrío camino, achacable al recalcitrante que se dice propietario. Algo habrá, acaso, de municipal desidia, para resolver un enredado problema de  dominio de ese antisocial propietario, pero por él discurrimos, salvada esa dificultad sin que nos demandase por inmissio propietate o sea meternos en una propiedad sub judice. El camino fluvial se puede seguir, pero pocos se aventuran y esta escasez de andarines propiciará que pronto las altas hierbas lo invadan todo.

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