Opinión

Inesperados encuentros

Sentí como en la nuca el aliento del can soltado pero no agresivo, mientras el dueño pedía disculpas o más bien las ofrecía

Uno, por inesperado, el que tuve con los canes más que con el amo que trataba de reducirlos, entre Outeiro dicho Calvo, que ahora frondoso, y Vilanova, que ni vila o villa ni nueva, como alguno refiriéndose a Viladorrei de la que decían que nin vila nin do rei, cuando rodaba pedaleando por aquellas térreas pistas de las que algunas se cierran por tanta yerba. Soltose de la correa del amo uno de ellos lo que provocó mi caída a cámara lenta, de costado, cuando rodaba a pedestre marcha, ya precavido por el inopinado encuentro en el que los canes por la proximidad del amo, en lugar de huidizos, por territoriales se muestran envalentonados. Sentí como en la nuca el aliento del can soltado pero no agresivo, mientras el dueño pedía disculpas o más bien las ofrecía. Un incidente, más evitable que el de los corzos, que suelen saltar por delante a cierta distancia sin otro menoscabo salvo que ruedes bajando a toda pastilla porque a veces podrían atropellarte. Un peligro para los bajadores a tumba abierta más que el de los jabalíes, porque su finísimo olfato te detecta salvo que ruedes viento en contra.

De  las obras de ese polifacético y prolífico escritor que fue don Francisco de Quevedo y Villegas, entre las que filosóficas, políticas, dramáticas, morales…me quedo en este caso con las festivas como la de Juana mucho, montón de carne por arrobas que me trajo a la memoria una eximia representante de la tal por su peso en quintales estimado, que en panadería pidiendo consejo al otro lado del móvil teléfono, iba haciendo un recorrido por el mostrador posando sus preferencias en la cremosa pastelería mientras la cola de compradores se iba alargando y ella seguía conectada pidiendo instrucciones, así hasta que finalmente no halló lo que pretendía por lo que se fue a la buena de dios, a la búsqueda, se supone, de más cremosos pasteles, adelgazando una fila de pretendientes, aliviados, no al estilo de panem et circenses romano, que ya empezaba a impacientarse por quien ya ni espacio, por su volumen, dejaba en el establecimiento.

Un amigo, que lo es, profesor que fue, me corrige cuando hace un par de semanas citando a las migrantes rulas o rolas las llamaba palomas torcaces cuando son tórtolas en castellano y tortolitos los enamorados porque imitan a la fidelidad de estos colúmbidos, que inseparables parejas de por vida, aunque a mi siempre me pasma como dos juntos que emprenden el vuelo a la menor alarma en opuestas direcciones, se vuelven a encontrar en esa inmensidad de cada uno tirando por su lado.

Encuentro o más me encuentra, calle por medio, a ese Guadiana(por su capacidad de aparecer y desaparecer) que es Bujones (creo que sobrenombre de una saga de hermanos aquí, como en memoria del famoso actor de películas de aventuras del Oeste, Buck Jones, famoso cowboy, que llegó  a protagonizar 150 películas del género, que tiene una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, y que inventó la escopeta de aire comprimido, todo un personaje de leyenda de las películas de vaqueros, y que, además, creó un personaje) o Buji, de cuyo nombre no es que no quiera acordarme si no que, simplemente, no sé, del que poder decirse que más le desbordan las ideas, inventa historias, o se convierte en incontenible fabulador; a caballo, que ahora ni eso, desde Monteferro en la costa de Nigrán, a Ourense, el cual podría deslumbrarte, si dejar te llevares, con cualquier fantasía de las que desbordante. Este aficionado al pedal que nunca abandonó la práctica del rodaje por carreteras, ahora por las costeras de Baiona cuando antes por las ourensanas, y en competición en sus mozos años por algunas del país. De varios hermanos o numerosos que de vender castañas asadas en ambulantes puestos ciudadanos, por su particular laboriosidad, simpatía o más bien empatía o llámenla como quieran, fueron haciéndose un hueco y practicaron diversos oficios, dotados de eso que disposición se llama.  Buji, el imaginativo, siempre se las ingenió para morar, real o imaginariamente, entre los que quería cual viajero impenitente de traspaso del charco, si por tal el Atlántico, podría estar en la Florida, Puerto Rico o las mismas Bahamas. Si me dijese que venido del Tibet o del también himaláyico Bután, también habría de creerle por la seriedad con que lo dice, aunque nunca se convertirá en ese pesado de turno, voraz por acapararte; así que te suelta a la menor. Me satisface encontrarme con personajes así, que tildaría de interesantes por su capacidad de fabulación, a los que te encuentras, sin cita alguna, siempre por azar, pero que tienen la confianza de abordarte y que más te entretienen por su capacidad de fabulación que tanto insulso charlatán por ahí suelto.

Sentados un colega de pedaleo y yo, él a cerveza no de marca al uso, y yo a agua, nos sirve en terraza una camarera que bar en la ciudad tuvo, ahora en una aldea arrendando uno de los dos bares que dan, no sé si ganancia, con solo una cincuentena de vecinos, de los cuales no todos apetentes del cafetero ocio. Cerró, nos dice, su bar ciudadano en la pandemia y por unos días actúa de empresaria, camarera, cocinera en éste de la aldea. Si tuviese que pagar traspaso, alquiler al uso y no módico, seguro que no sobreviviría ni en la aldea y menos si a diario se desplaza de la ciudad al pueblo, como nos contó hace. Un ejercicio de supervivencia que le da para ir tirando o eso parece.

Al retorno de esta aldea de la tierra de Montes que no es de las que no quisiera olvidarme como ese lugar de La Mancha quijotesco si no, que para no dar pistas, mejor que se quede en el anonimato, mientras pedaleamos hincadas nuestras ruedas en el polvo de las recién remozadas o aplanadas pistas de los Castros, subiendo, porque bajando, el peligro del patinazo, inminente, por las que no se recomienda el tránsito en bici hasta que las lluvias las  compacten. Ahí, en su cima, mora todo el año una de las más conocidas brigadas contraincendios, con, a veces, dos helicópteros prestos a desplazarse a la menor alarma.

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