Opinión

Monarquías y otras pendejadas

Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías/ mientras gobiernan mis días/ mantequillas y pan tierno/ y las mañanas de invierno/ naranjadas y aguardiente y/ ríase la gente…, así se expresaba en un poema el grande poeta Luis de Góngora.

En un estado moderno no caben, por mucho encaje que se le dé, las monarquías, ya pasadas las tiránicas en el dicho Occidente, incluso las llamadas constitucionales en las que el rey reina pero no gobierna, pero siempre conservan eso de jefaturas de estado que en determinados momentos tiene su peso. Inconcebible que en una democracia pueda pervivir una institución de este calibre. Si a los cargos se llega por los votos. ¿Por qué se nos impone un monarca? Será que a todos conviene. Incluso partidos declaradamente republicanos le dan un giro a la tuerca y se acomodan o ese estatus de Reino de España. Aun reconociendo que sólo miseria trajeron éstos de la llamada sangre azul a los que un día Anguita puso en su sitio, como pondría cualquiera, pero él de autorizada voz diciendo que la sangre azul no existe que es toda roja.

La historia hispana está llena de la miseria que han arrastrado en el país las monarquías, tanto los Austrias como los Borbones; si malos administradores los primeros siempre embarcados en guerras de religión con las consecuencias de la ruina de un estado con la calle llena de miseria con pordioseros licenciados de los victoriosos tercios, lisiados mutilados de las guerras de la Contrarreforma por Europa que arrastraban una vida de mendigos y hambrientos, y los Borbones, aunque pusieron un cierto orden en la administración en hacer de la corte un mando en plaza, del que solo uno se libra el dicho mejor alcalde de Madrid, Carlos III. Los demás desde Carlos IV, el felón Fernando VII, la ligera Isabel II, un efímero Amadeo que era de Saboya, y los Alfonsos XII y XIII, ligeros ellos, más propios de farándula, y del que precedió al actual rey, el emérito mujeriego, que no es tan mal visto, y cobrador de comisiones, que está peor. Pero el campechano al que se adulaba y adula en extremo, como salvapatrias del 23 F, cuando gran parte de la ciudadanía no comulga con su tardanza en posicionarse por mucho que nos vendan que adalid del 23-F, sí, adalid de la duda en posicionarse.

Para qué queremos reyes se dijeron los romanos que empezaron con una monarquía fundada por Rómulo y derrocada en el séptimo, Tarquinio el Soberbio, o los griegos que por reyes los de la Ilíada: Agamenón Menelao, Ajax, Ulises…, los homéricos e ideales porque las polis helenas se regían por asambleas, donde todo se discutía, incluso los rígidos espartanos. Roma cuando se convirtió en monarquía imperial comenzó su decadencia, salvo momentos puntuales con las excepciones de Adriano, Trajano, Marco Aurelio o al mismo prínceps fundador del imperium, Augusto, a pesar de su procedencia triunviral donde tantos excesos, entre ellos el asesinato de Cicerón, promovido por uno de los triunviros, Marco Antonio, que con Lépido la terna completaba. Reyes en satrapías o Biblias, con David, Salomón…Para que queremos reyes, cuando el pueblo inglés le cortó la cabeza a Carlos II; para qué queremos reyes cuando los franceses de la Revolución guillotinaron a los suyos, o los bolcheviques a toda una familia zarista. Los pueblos debieron pensar aquello expresado en latín: Quidquid delirant reges plectuntur acquivi (Todo lo que deliran los reyes lo paga el pueblo).

De la monarquía podrá decirse que es inocua, pero no, cualesquiera que sean crean una pirámide de beneficiados sostenedores del manto regio y si vacáramos de ella, tantos y tantos aupados en la cima de la sociedad aquellos a los que la sola pirámide sostiene, se vendrían abajo, y de esta pirámide forman también políticos de primera línea, algunos para seguir en la poltrona, otros para aferrarse, así que todos como sostén se creen a ella ligados y habrá para quienes en rentabilidad política devenga.

La monarquía es una aberración en sí misma; a la monarquía se accede por sangre, por sucesión aunque inepto, iletrado o, si me lo permiten, demente, y hubo una ley que impedía que las mujeres accediesen al trono, ley sálica se llamaba, que de tan vigente o actualizada ahora propició el acceso al trono al hijo menor del emérito en detrimento de sus hermanas mayores, pero ahora a falta de heredero varón, nos impone a una hija como futura.

En fin, que lo mejor que podría hacer un rey en estos tiempos es emigrar diciendo adiós, buenos días, ahí os quedáis, pero ni uno se hallará que en tales renuncias caiga. En el fondo se creen imprescindibles; yo no sé por qué, será que su corte de aduladores le insufla constantemente eso de sin ti no hay estado, yo diría reino, porque aunque lo sea más nominal que efectivo no quiero que figure en lo alto quien no ha sido votado, sin que valga referéndum o popular y dirigida aclamación o manipulada encuesta, que cuando se hizo sotto voce en la recién estrenada democracia, por desfavorable se dejó de lado un posible referéndum rey sí o rey no.

La etimología de la palabra lo contiene todo: del griego, monarkhes, soberano, el que gobierna un país. Desmenuzadas, la palabra monos (solo) y arkhes (poder, principio).

Te puede interesar