Opinión

Oliendo a gasolina…y a humedad

Hotel dirección de Santo Estevo, 1952.
photo_camera Hotel dirección de Santo Estevo, 1952.

Ventura es ese exuberante piloto de rallies que participaba en los 70-80 a bordo de su Mini-1.275 preparado por Rantur, que hoy tiene taller en O Piñeiral, por cierto, con unos cuantos históricos Minis, de los que estela dejaron en las competiciones rallísticas de todo el país. Si te encuentras con Ventura y anduviste en ese mundillo te soltará como un torrente de anécdotas. Iba con su Mini( que uno a modo de buggy lleva Carlos Sainz en el Dakar dando espectáculo) como antes lo daba Ventura por toda España, y cuando había como una treintena de coches superiores al suyo, se las arreglaba para estar al menos entre los diez primeros, causando  tanto admiración como sorpresa, y cuando tenía el mundialista Rally de Portugal como en casa, porque debería afrontar unos gastos tremendos por el castigo de las pruebas de tierra, sorpresivamente se iba al más distante de Montecarlo, ese Rallye que abre la temporada, formando en un Mini equipo con Reverter conduciendo los dos, pero con tan desigual fortuna que la organización partió el rallye por intransitable por la nieve y eliminaron a una mitad entre los que ellos bien situados y con aspiraciones en su categoría; tan injustificada la eliminación que la organización debió devolver el astronómico precio de la inscripción. Ventura igual ganaba un rallye San Martín que subía a otros podios con un coche, que me dijo, siempre partía en inferioridad por su menor cilindrada, pero que en su categoría ganaba siempre. Si lo tomas con filosofía, te diviertes y sacas partido a lo que tienes, que fue su caso y la fortuna de tener un amigo como Antonio Rantur. Ahora no se pierde partida allá por los bares de A Carballeira dejadas las frenadas, acelerones, derrapes o trompos espectaculares a los que nos tenía acostumbrados, por las viradas curvas de O Pereiro o las sobreviradas de Avión, y por tantos escenarios. No me lo imagino contando batallitas de automóviles de carrera si no se lo solicitas, así que jugando por un café al naipe, arrastrando al tute o haciendo alguna escoba, nunca contagiará ni olerá a gasolina.

Y estando de intercambio, recordamos a Gonzalo Belay al que ha poco más de un año veía pletórico, como de esos seres que parecieren inmorrentes por el dinamismo que desprenden. Me dice Ventura que hizo más por el mundo del motor de lo que sospechar se pudiere y que  él y Lalao Reverter deben ser recordados como los grandes impulsores con el aporte de pilotos como Pavón, Peitos , Kauwe, o directivos como Coleman, Manolo Canabal, Antonio Fraga, Iván Corral y el señorío de tantos presidentes como Tony Fernández, y algunos que me dejo en el camino porque la memoria no alcanza para tantos. Con un recuerdo para todos esos que con escaso patrocinio o sin él se han embarcado en esa tan costosa afición que ha llevado a más de uno a la semi ruina, por quedarme corto.

Inclemente pluvia o inclemente Jove  se decía por Roma y por ende en todo el mundo Mediterráneo cuando la lluvia era incesante como ocurre con este paisaje nuestro de unas imparables lluvias que apenas dan tregua, aunque se ha de aplicarse aquello de nunca choveu que non parara. Y que si no llega a parar tendríamos la situación habida estos días en la presa de Santo Estevo rebosante de agua y que, como ya escribí en los 60, en peligro de derrumbe cuando los ingenieros constructores andaban luchando para contener la avalancha y todo era frenesí en el Hotel dirección donde Elvirina, la encargada, ponía su nota de reposo entre aquel ir y venir incesante con la inminencia abajo de un posible desplome de la presa.

Ahora parece que las lluvias remiten, aunque los pequeños ríos aun entoldados con unos remansos que los ánades aprovechan para su estancia de un rato, que cuando de traslado prefieren mecerse en las corrientes que esforzarse en remontar el vuelo de lo que las aves, salvo las que se yerguen favorecidas por las corrientes térmicas, grandes administradoras.

Y en este ámbito el ferial del 17 que me pareció un tanto desangelado, escaso en unos compradores ya desplumados en las rebajas. Los feriantes de recogida en ese ímprobo trabajo de colocación de sus tenderetes y mercancías; alguno de tanto ofrecer de feria en feria opta por abandonar  en contenedores lo que invendible consideran, que pronto asaltados por unos cuantos que en la indigencia navegan. Mientras los últimos de recogida, aparecen las rodantes máquinas de recogida de la municipal limpieza para dejar aquello inmaculado.

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