Opinión

Tierras centrales de Galicia

Por las centrales tierras de Galicia: Chantada, Melide, Arzúa, Lalín dominadas por las sierras del Faro, Martiñá, de la llamada dorsal Galaica que empieza en el Xistral lucense en la cantábrica costa, nos perdimos o mejor vagamos de más auto que piernas. Así de visita obligada a esa formidable fraga de Catasós donada por los señores de Quiroga, detentadores del nobiliario del pazo de Ulloa, al pueblo lalinense, donde ellos extraían tanta madera para la construcción de pazos, casas solariegas y otros edificios, y también por la demanda del castaño y del roble para mueblería.

Esta joya del románico, la parroquial de Ventosa, muy visitada por sus baldaquinos y sepulcro de un abad.
Esta joya del románico, la parroquial de Ventosa, muy visitada por sus baldaquinos y sepulcro de un abad.

Perderse por Lalín, acaso la segunda villa en población de Galicia después de Vilagarcía, parecería como si en ciudad inmersos cuando uno aun recordaba en sus tránsitos al Santiago universitario las paradas del autobús del Auto Industrial, que demoraban más de media hora en un viaje de casi tres por las paradas constantes de este auto de línea, que en Lalín por el embarque y desembarque de paquetería y más por el licor café o los cafés que trasegaban el conductor y el revisor. Éramos una panda de estudiantes por libre que ya notábamos la pesadez de un viaje, que todavía más los alumnos oficiales de continuo trasiego. No pasa uno por Lalín, la autoproclamada capital del cocido galaico, sin evocar estos recuerdos, visitar el museo Ramón Aller, un científico, astrónomo sobresaliente en la historia de Galicia, eminente docente en la Universidad compostelana, que donaría una casa hoy convertida en museo de su memoria salvo cuando exposiciones pictóricas o escultóricas lo demanden, en este caso una dedicada a Laxeiro, de la que un acompañante estima que el mejor pintor gallego. Lalín se ha expandido más allá del centro donde la estatua monumental del aviador Loriga, que me parece un despropósito teniendo a una eminencia como Aller, lo que me trae a colación los varios despropósitos nominativos como el del edificio Simeón, el pazo dos Deportes o el equiparar en otro sedente junto a un eminente hombre del motor olvidándose de que con sobrados méritos para acompañar a Reverter, Pepe Pavón, nuestro gran piloto.

En este cúmulo de despropósitos favorecidos por el momento o la “inspiración” de alguno cuando tenemos sobrados renombres en lo deportivo, incluso olímpicos de relieve, sin dar a un quidam el honor de un pabellón, o a un historiador de los muchos habidos, un templo de la urbana cultura. O la desmesura de colocar a unos cuantos personajes en el olimpo de las letras, la pintura, la escultura, la música. Horacio, el poeta latino mas imitado en el Renacimiento y todos los Siglos de Oro de las literaturas europeas, aun consciente de su grandeza diría: “ por que si me insertas entre los divinos vates, heriré los cielos con mi coronilla”. Él, que era el más grande, decía esto de si mismo, aun consciente de su grandeza.

Sin extralimitarse de los lindes lalinianos caemos por Agolada, que tiene en sus pendellos restaurados como esos almacenes de ferial cuando aquello florecía como mercado de renombre en esta comarca de los ríos Deza y Ulla. Aun feriado el día con esos ambulantes puestos donde hallo a un ferretero que parece vender más de ambulante de feria en feria que en la ferretería que tuvo, de urbano asiento y local

Visitamos Ventosa, a legua de Agolada, donde una iglesia románica de reciente restauración, la parroquial de San Xulián, erigida en los tiempos de la alta Edad Media, con diestros muy productivos y diezmos de vecinos dio para tumba de abad y baldaquinos, insólitos en templos de este fuste, que de tan notables hubieron de ser ubicados en la pared sacándolos de sus pristino emplazamiento.

Hallamos por acaso o coincidimos con párroco, que rompe la media de edad, más de ochenta y cinco, de sus colegas, pues en la treintena él, procedente de esas vocaciones que de tan disminuidas cerraron el seminario lucense cuya diócesis tiene más de mil parroquias frente a las poco más de doscientas ourensanas. Teme este párroco que increíblemente atiende a treintena de ellas, que vayan desapareciendo misas y ritos, por falta de asistencia, de recursos, y de que con pocos mas de 600 euros mensuales no haya seminaristas. Los tiempos demandan otras cosas, pensamos de este joven y dinámico párroco que luego de tener a su cargo tantas parroquias, ejerce de ganadero en un también insostenible negocio al que más por tradición unido. El campo se despuebla y aquella antaño próspera parroquia de Ventosa, que lo era por los nacimientos, que llegó a tener hasta dos pilas bautismales, una de ellas dúplice, para atender a tanto recién; ahora pasan lustros y permanecen secas.

Rodeiro podría ser nuestra próxima parada, a la sombra cuando amanece en la sierra del Faro de Chantada, porque otra sierra, la del Faro de Avión. Esto del monte Faro se repite abundantemente en esta Galicia. La amenidad de aquellas tierras cuasi planas que evocan a las de A Terra Chá lucense es patente con esas praderías de árboles frondosos flanqueadas, surcadas de innumerables senderos.

Suenan a remoto muchas de las galaicas tierras, porque solemos circunscribirnos a nuestro provincial solar, olvidándonos de la singularidad y variedad de este paraíso al que los dioses deberían legar más vidas, que la propia no da ni para conocer el provincial solar.

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