Va a ser cosa de atribuir a la desesperación
la propuesta del líder de CiU Artur Mas
de promover el derecho a decidir' de los catalanes en plena crisis del AVE porque, si
no no se entiende que le dé este bonito
balón de oxígeno al Gobierno, distrayendo la atención de los desastres de la ministra Alvarez a una
cuestión como la de la soberanía que,
primero en el referéndum del 'Nou Estatut' y después en las últimas elecciones autonómicas provocó
tal hastío a la mayoría de los catalanes
que lo único 'histórico' en ambos casos fue el nivel de abstención. Porque como los análisis
postelectorales no tardaron en
dilucidar, la razón de esta doble huida masiva de las urnas fue el desencanto y el hartazgo de los catalanes con
la pasmosa pérdida de tiempo y de
energía que supuso el debate 'soberanista' sobre el nuevo Estatuto.
Los catalanes, como todos, lo que quieren es
que los políticos administren bien sus
impuestos, es decir, sanidad, educación y pensiones aceptables, sueldo y vivienda
dignos, y algo que puede parecer
elemental, pero que a juzgar por lo que está ocurriendo desde este verano en Barcelona, no lo es: que
funcione el transporte público, que no
se vaya la luz, todo eso que nos hace la vida algo más fácil. Aunque el 'victimismo' de los
nacionalistas pretenda que la culpa de
todo la tiene 'Madrid', el caos de las infraestructuras de Barcelona es culpa, además, de la
Generalitat y del Ayuntamiento 'tripartitos'
(PSC, ERC, e Iniciativa), y se ha producido, conviene recordarlo, con el nuevo Estatuto ya en vigor.
Pendiente, todavía, de que el Tribunal
Constitucional se pronuncie sobre si cabe o no cabe en la Constitución, es verdad, pero plenamente
en vigor.
Artur Mas es un político sin suerte, un
'perdedor'. Aunque ha ganado las
elecciones, el 'tripartito' le ha impedido gobernar; y encima en su propio partido un hijo de Pujol,
Oriol, ha empezado a disputarle 'la
primogenitura' alzando, justamente, la bandera del 'soberanismo'. Con Mas, o con Oriol, dudo que
CiU logre remontar alejándose de la
centralidad y la moderación que durante tantas décadas le convirtieron en el partido
hegemónico de Catalunya. Con el 'raca
raca' del independentismo es evidente que no pueden competir con ERC. La oportunidad de Mas, en mi opinión,
es intentar reconquistar a la
'abstenciónprotesta' ofreciendo soluciones solventes y creíbles a los problemas reales de
los catalanes. En gestión, el fracaso
del 'tripartito' catalán es sencillamente espectacular. Pero, como el necio del viejo
dicho popular, ante el dedo que señala
la luna, el (todavía) líder de CiU se ha puesto a mirar el dedo en vez de la luna.