Opinión

Oleadas de eufemismos

Para que el Gobierno deje de llamar ‘cesión temporal de agua desde Tarragona’ a lo que todos sabemos que es un trasvase de agua a Barcelona vía Tarragona, de acuerdo, pero del Ebro, ha hecho falta un milagro de la Virgen de Montserrat, mejor dicho dos.


El primero es que en mayo se haya puesto a llover sin parar y en un solo mes la alerta por sequía haya dado paso al peligro de inundación; el segundo, que el autor de la exitosa rogativa mariana haya sido un agnóstico confeso como el conseller de Medio Ambiente de la Generalitat de Catalunya. ‘Mira, tú sabes que yo soy agnóstico, pero si puedes hacer algo, hazlo’, le dijo el conseller a la Moreneta en pleno lío; tal cual. Él mismo es quien lo ha contado, no invento nada.


Pero a lo que voy es que como el Gobierno está en contra de los trasvases, cuando se vio en la imperiosa necesidad de autorizar por decreto esta obra decidió que aquello era una tubería, y sólo ahora que están a punto de derogarla porque ya no hace falta han empezado a llamarla trasvase.


Con la crisis económica terminará ocurriendo lo mismo, cuando pase ya verán como Solbes y Zapatero, que ahora se empeñan en que esto es una ‘desaceleración’, dicen que fue una crisis, y que lograron superarla gracias a su inmenso talento. Cuando no les gusta la realidad, los gobiernos acostumbran esconderla bajo oleadas de eufemismos; pero, acabado el problema, vuelven a llamarla por su nombre para apuntarse la solución.


A mí esto de pensar que la gente es tan tonta que se va a creer que una cosa no es lo que todos sabemos que es sólo por llamarla de otra manera, o que lo que va mal mejora sólo por cambiarlo de nombre me parece un error; en primer lugar porque la gente no es tonta. Pero sobre todo porque creo que la forma correcta de gobernar en democracia es contar con los ciudadanos tanto para celebrar las alegrías como para salir de los atolladeros.


‘El pesimismo no crea ningún puesto de trabajo y exagerar siempre es negativo’, dijo ayer el presidente Rodríguez Zapatero sobre la crisis en la excelente entrevista que le hizo la periodista Montserrat Domínguez en la cadena SER. Pero, ¿es pesimismo llamar crisis a la crisis, o realismo, como terció rápida la periodista? Nos quedamos con las ganas de saber la respuesta porque el presidente, simplemente, prefirió dar por no oído este matiz y seguir con el guión que traía aprendido. Perdió, en mi opinión, otra buena oportunidad de contribuir a crear justamente lo que dice perseguir: confianza en que el problemón que tenemos encima está en manos de alguien que tiene el valor de llamar a las cosas por su nombre tanto si piensa que electoralmente le favorece como si no.



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