Opinión

Río abajo

Está de moda echarle la culpa de todo al 'cambio climático'; pero,

¿es el río el que se mete en las calles 'por el cambio climático', o

las calles las que han invadido el dominio del río? Las casas que se

lleva la riada siempre parecen las mismas: las más modestas. Es decir,

las más cercanas a las riberas, hoy del Girona, hace cincuenta años del

Turia, hace veinticinco las de la confluencia entre el Júcar y el

Escalona en la presa de Tous... Y las aguas que hace once años

barrieron de la faz de la tierra el camping de Biescas en el barranco

de Aras, recuerdan a las de Badajoz, Málaga, Tenerife: siempre al final

de una rambla, de un torrente o de un barranco, o en un cauce solo

aparentemente secos. Mañana, ¿dónde? Porque, si seguimos ignorando el

mensaje del río, habrá una próxima vez

   Las víctimas también son muy parecidas: las que no pueden pagarse

una casa aguas arriba. Y la sensación de indefensión total que nos

transmiten cuando cuentan que lo han perdido todo, hasta las fotos,

idéntica. La misma desolación ante los mismos enseres que al día

siguiente las teles nos muestran varados en el barro. Las vidas - y los

sueños - que se lleva la riada siempre acostumbran ser las de las

personas más humildes. No siempre es posible prevenir la desgracia,

pero 'estas' sí. No es el río el que se mete en las casas, lo que el

río hace cuando 'toca llover' es recuperar su dominio. No es él 'el

asesino' ni 'el ladrón', si no la avaricia de quienes urbanizan cauces

y torrenteras por enriquecerse; a veces sin permiso pero la mayoría de

las veces con él. Casi siempre, con el permiso de la autoridad

¿competente?

   Las ayudas a las víctimas de las riadas cada vez llegan antes en

nuestro país, y esta vez también han llegado 'antes' las autoridades,

los ministros y tal, hasta la Unidad Militar de Zapatero. No soy tan

cínica como para pensar que es solo porque hay elecciones a la vista,

pero aunque así fuera: bien está. Cuando la desgracia se consuma, lo

primero es ayudar. Pero, la pregunta, y la cuestión, es cuánto tiempo

más tardaremos en escuchar el mensaje del río. ¿Habrá 'próxima vez'? ¿O

nos adelantaremos a la próxima riada? Avaricia y corrupción, estos son

los culpables; y el remedio, pararlos. Parar a los especuladores

salvajes del suelo y a los alcaldes no menos salvajes que recalifican

hasta las macetas... no siempre para 'financiar' el ayuntamiento. ¿Para

cuando una ley 'nacional' que prohíba construir y penalice con el

máximo rigor a quienes construyen y a quienes autorizan construir en

los cauces, en los torrentes, en las ramblas, en los barrancos, en las

playas o en cualquiera de los dominios naturales del agua?

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