Opinión

Costumbres chinas

China ha celebrado la fecha exacta de un año que le queda para inaugurar sus primeros Juegos Olímpicos con una serie de medidas de obligado cumplimiento para la población entre las que destaca la prohibición de escupir en público, una costumbre muy arraigada que causa extrañeza y, por qué no decirlo, bastante asco entre los visitantes extranjeros.

La prohibición refleja por lo menos dos cosas: una, que los chinos son una gente acomplejada frente al mundo occidental, al que quizás se quieren incorporar demasiado rápidamente sin darse cuenta de que escupir o no escupir delante de cualquiera puede no ser algo agradable de presenciar, pero tampoco es peor índice de adelanto que comer perritos calientes mientras se anda apresuradamente por las calles como hacen los neoyorquinos o viajar apiñados en vagones de metro sin que ninguno de los que van en el vagón se haya duchado desde una semana antes como tienen por costumbre los londinenses.

Por otra parte, el detalle de prohibir escupir revela que dentro de un año vamos a presenciar unos Juegos Olímpicos perfectamente organizados, quizás de los mejores de la Historia. China se juega su reputación como una potencia económica de primer orden y esta será una magnífica oportunidad para mostrar al mundo que su poderío no solo consiste en fabricar zapatos de plástico que se venden en los "todo a cien" de Europa a seis euros o imitar a la perfección los bolsos de marcas de lujo que dan de vivir a los "top mantas" de cualquier país. Si el Gobierno de Pekín ha pensado en el detalle del escupitinajo en la calle, imagínense lo que estarán planificando para el funcionamiento de su estadio olímpico.

Madrid, cuyo alcalde se ha empeñado en conseguir otras Olimpíadas para fecha reciente, ya sabe lo que tiene que ir haciendo para ablandar al COI y lograrlo al fin. Como, por ejemplo, erradicar definitivamente el botellón. O, más fácil, obligar a los taxistas a que pongan su aire acondicionado en verano. Por supuesto, suprimir las corridas de toros. O acabar con la prostitución callejera. O con las barriadas de chabolas donde tan abiertamente se vende droga. O incluso prohibir a los madrileños que se insulten de un coche a otro en los atascos. Son costumbres que, como lo de escupir de los chinos, extrañan a los turistas y sin duda contribuirían a mejorar la imagen de la capital de España.

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