Opinión

El Barbaña no puede esperar

L a estampa se repite en Ourense nada más llueve: el Barbaña aparece con una espuma blanca siempre sospechosa. En junio de 2009 un vertido provocó la mortandad de miles de peces. Se anunció una gran investigación por parte de la Confederación Hidrográfica Miño-Sil y todavía seguimos pendientes del resultado. La causa se archivó y se ha vuelto a abrir en los juzgados por la insistencia de los vecinos y el empeño de un fiscal mientras el río espumoso sigue corriendo por el centro de la ciudad, como comprueban periódicamente cientos de personas que cada día recorren el paseo fluvial.


Llegados a estas alturas de inacción de quienes deberían haber cortado ya este atentado constante, lo único claro es que una ciudad que aspira a ser referente en la cultura y aprovechamiento del agua  tiene una de sus principales arterias fluviales bajo duda medioambiental. Quizá sea simplemente que las depuradoras que oxigenan los vertidos de las empresas instaladas en el polígono de San Cibrao, el de Pereiro, el de Barreiros o el Parque Tecnológico no tienen capacidad para limpiar todo lo que allí llega; quizá alguien aproveche el momento de precipitaciones para soltar lastre al río; quizá sea que el vertido se produzca como la tortura de la gota malaya y sólo se perciba en el momento que aumenta el caudal... Quizás incluso haya alguna rara ocasión en la que, como dicen los técnicos, la espuma sea inocua y  atribuible a procesos naturales.

Lo cierto es los responsables de velar por la calidad del agua y perseguir a quienes atentan contra ella no han logrado resolver el problema ni de dar respuestas claras cuando se producen ni, por tanto, de desepejar dudas y sospechas.   
El Barbaña no puede continuar siendo el río del olvido. Tan inaceptable es que no se señale al culpable como que la solución al problema se siga dilatando.  Mientras no damos el salto de las promesas a los hechos, los ourensanos y su ciudad pagan la onerosa cuenta.

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