Opinión

EDITORIAL | Sin Entroido ni plan de rescate

La pandemia ha tronzado esa clásica expresión que retumba año a año para demostrar la fortaleza del Entroido en Ourense. Lo que no consiguió la Guerra Civil ni la dictadura, lo ha logrado el covid. Ha cerrado la gran industria que el Entroido representa para esta provincia. Por precaución sanitaria hoy no hay Domingo Corredoiro ni este jueves se celebrará Comadres. Sobra decir que el espíritu de la fiesta más ourensana es intocable pero desgraciadamente no sucede lo mismo con el tejido económico que sostiene y es sostenido por el carnaval, columna que ayuda a dar sentido cultural a la provincia y alcanza la caja registradora del último bar de Bande. Una fuente de ingresos en parte de nuestro rural se evapora en 2021 dentro de un batacazo que no por previsible resta un gramo a su severidad.

Año a año fuimos contando cómo el Entroido iba ganando peso como reclamo y motor de las economías locales. 2015, 2016, 2017, 2018, 2019… la fiesta sumó repercusión nacional e internacional mientras ayudaba al despertar turístico ourensano reservando las habitaciones de los hoteles, hostales, casas rurales, paradores y balnearios, copando las mesas de los restaurantes, desbordando de trabajo a costureras, acabando las provisiones de los mayoristas y alegrando las plazas de abastos. A la potencia de la fiesta en Xinzo, Verín y Laza hace tiempo que se ha sumado Viana, Vilariño… en una secuencia anual que llena el Ourense Vacío con una fiesta convertida en mensaje de los potenciales que posee este territorio y alimento para que determinados negocios y autónomos puedan alcanzar otro verano más. Cuentan las viejas crónicas que Xinzo llegó a ser una de las localidades con más bares por habitante de España. Hoy la propia alcaldesa de la villa cifra en un 50 o 75% el peso del Entroido en las cuentas anuales de la hostelería limiana: un sector que en el terrible 2020 tuvo en esta fiesta, celebrada justo antes del estallido del coronavirus, un salvavidas que no pudo impedir que las comarcas del Triángulo Máxico siguiesen la tendencia y cerrase el año, según el IGE, con la cifra más baja de la década en afiliados a la Seguridad Social. Con todo lo sufrido en estos once meses es desolador la perspectiva del 2021 sin el motor del Entroido para equilibrar números a final de año. Y en similar situación, o peor, se encuentra el resto de ramas que conforma la industria del carnaval: mayoristas, peluquerías, transporte, tiendas…

Siete de los nueve entroidos gallegos de interés turístico están en Ourense, dentro de una fiesta deslocalizada alrededor de medio centenar de localidades. Todo quedará prácticamente a cero este año, reducido al online, a los convivientes, al modo “para llevar” y algún acto simbólico. Toca aplazar al 2022 las más de 350 actividades que normalmente se celebran en estas semanas y preguntarse qué supone, y cómo se puede compensar, no recibir a los 100.000 visitantes que atendió Xinzo o los 50.000 de Verín en el ciclo festivo del año pasado, no despachar los 12.000 botellines de cerveza de media en cada bar limiano, no vender el medio millar de trajes que confecciona una sola tienda, no elaborar los menús para las decenas de comidas populares que jalonan la mitad de provincia en cada día de esta larga fiesta o no llenar autobuses y taxis con turistas del resto de Galicia, Portugal, Madrid, Andalucía, Alemania u Holanda.  

No hay, y urge hacerlo, un informe completo que perfile el componente tractor del carnaval en el interior de Ourense. Pero sin duda el impacto es brutal y su cancelación es una de las heridas que deja el covid. Por eso es atinada la propuesta del PP en el Senado para elaborar un plan de potenciación de la fiesta, entendiendo necesario la planificación y destacando su peso para fijar población en Ourense. Pero la visión debe ir más allá y partir ya del presente de esos negocios golpeados por cuatro crisis -despoblación, recesión del 2008, covid y carnaval 2021-. Porque el rol del Entroido en la economía ourensana hace necesario un plan específico para salvar las actividades más dañadas a la vez que se empieza a preparar el futuro de la fiesta. Ahí reaparecen retos como la desestacionalización o ampliar los recursos mientras se evita la masificación y se potencia el turismo de calidad combinándolo con el termalismo o la Ribeira Sacra. Ahí reverdece también la petición para hacer Patrimonio Inmaterial al Entroido: una reivindicación que hacíamos en estas páginas hace justo un año y que ahora cobra un nuevo significado en el horizonte poscovid, sin duda merecedor de un plan integral en el que cooperen todas las administraciones, desde los exhaustos ayuntamientos del rural a Bruselas. La manoseada discriminación positiva para el interior -casi nunca cristalizada- encuentra en este momento un inmejorable momento para pasar de las palabras a los hechos y rescatar el presente de esta industria turística mientras se construye el futuro de uno de los vértices, simbólicos y materiales, de Ourense.

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