Opinión

EDITORIAL | Una vacuna para confiar en el 2021

El jueves se acaba el 2020. Posiblemente, el año más triste para todas las generaciones de ourensanos nacidas desde mediados de la década de los 50. Doce meses repletos de desasosiego, marcados por una pandemia que ya ha costado 70.000 muertos en España y que perfila una crisis económica con una profundidad todavía sin medir. Sin duda, acabamos el año peor que lo que lo empezamos: más tristes, más pobres, más separados, más polarizados, más cansados, más ansiosos. Nunca nos habríamos imaginado algo tan crudo: a todos nos ha tocado volver a ver nuestro mundo. Y el reflejo que nos ha devuelto es un mal sueño para muchos.

Pero ahora -y siempre- tenemos la necesidad de mirar al frente. Las vacunas contra el covid que empiezan hoy a distribuirse y que llegarán mañana a Ourense deben funcionar como el mejor estímulo de esperanza para el 2021. Un año que será clave para el futuro de España y que la provincia encara con muchos frentes abiertos. Algunos nuevos y otros, por desgracia, los mismos que teníamos al iniciar 2020, y 2019, y 2018, y 2017, y 2016… cada vez más cronificados y con el peligroso riesgo de quedar todavía más en un segundo plano de la preocupación política.

Para empezar, el primer desafío del 2021, lógicamente, será continuar combatiendo la emergencia sanitaria. El inicio de la inmunización de los más vulnerables ante esta enfermedad es un paso más del trecho del camino que todavía resta por recorrer, y es vital seguir reclamando sensatez y eficacia a los políticos y responsabilidad a la sociedad. De la respuesta colectiva al primer reto dependerá que el terremoto económico acabe siendo más o menos profundo, más o menos duradero. Porque las colas del hambre son a la vez una de las imágenes de este triste año que se agota y un recordatorio de la amenaza que esconde 2021. Ese qué pasará cuando se vayan desvaneciendo las medidas sociales -en diciembre se registraban más de 3.000 ourensanos en ERTE y 21.000 desempleados, un 13% más que hace un año- en sectores tan golpeados como la hostelería, el turismo, la industria cultural, el ocio nocturno, parte del transporte o el comercio. El covid ha visibilizado y acelerado las carencias estructurales de España -con las administraciones descoordinadas y luchando por escapar de sus responsabilidades-, y este desgaste del espacio público debe frenarse de forma urgente para atacar las necesarias transformaciones que pide Europa. En eso será clave la rendición de cuentas: solo sorteando las preocupantes opacidades podemos medir la acción política y conocer, por ejemplo, que la renta mínima solo ha llegado a una quinta parte de los hogares ourensanos previstos. De cómo se rectifique el Gobierno y escuche a todos los agentes sociales, de la lealtad de la oposición y del nivel de acierto en las ayudas; todo ello influirá en el número de persianas abiertas o bajadas, en el crecimiento del sectarismo o de las ya muy peligrosas desigualdades entre los más desprotegidos y las capas más altas. También el propio ritmo de la provincia, que en la recuperación no puede perder más distancia respecto al eje atlántico.

En ello jugarán su papel, y de qué manera, los fondos europeos -27.000 de los 140.000 millones llegarán a lo largo de los próximos 12 meses-. La Diputación ha recordado algo que debería ser una obviedad: es necesario dotarlos de un filtro demográfico que ayude a frenar las múltiples erosiones que sufren las regiones despobladas. El reto es aprovechar la -enésima- vuelta al rural que ha traído esta pandemia y, con las luces largas, fijar población a través del aprovechamiento de la tierra, la mejora de los servicios, el internet rural, las conexiones con las villas y la ciudad… Ourense merece, necesita, una discriminación positiva. Bien combinada con una reivindicación decidida por el territorio y la economía sostenible se podrá empezar a alimentar la recuperación de las tasas de actividad y de emprendimiento, muscular las pymes y satisfacer las necesidades de las empresas tractor, que afrontarán un 2021 lleno de retos por las turbulencias de los mercado interno y externos -pese al alivio de Joe Biden y el acuerdo a última hora del Brexit para las auxiliares de automoción o textil-. La carrera es por rejuvenecer, en definitiva, Ourense.

Este 2021 sería el año del Xacobeo y de la llegada del AVE. El covid ha alterado el desarrollo de lo primero y ha funcionado como la última amenaza -y excusa- para lo segundo. Por el bien de la provincia esperemos que el Gobierno tenga por fin razón y la Alta Velocidad alcance Ourense cuanto antes. Lo hará ya con dos décadas de retraso respecto a otras partes de España y una triste década después de lo prometido. Por lo visto, ni siquiera con ese margen se ha podido armar una intermodal a la altura de la tercera ciudad gallega ni los actores socioeconómicos y políticos tejer un plan para rentabilizar el AVE. Ahora, en su futuro tirón jugará su parte la Ribeira Sacra; su confirmación como Patrimonio Mundial sería un éxito para toda la provincia y un estímulo para un sector turístico que ha tenido que frenar en seco tras años de evolución favorable. En la reactivación sí podrá sumar la nueva etapa de la estación de montaña de Manzaneda pero no podrá contar, por las limitaciones sanitarias, con el tirón del Entroido ni, por las limitaciones políticas, con ese gran hotel termal que amarillea como las leyendas. 

Estas ideas que no pasan del papel y la ausencia de un proyecto coherente de ciudad son, junto al descrédito y la desafección institucional, otras de las consecuencias de los males políticos que sufre la capital provincial. Porque sí, 2021 acogerá la inauguración del centro de FP Eduardo Barreiros y, esperemos, el inicio del saneamiento del Barbaña y la variante exterior. También avanza la ampliación del CHUO, las obras del Arqueológico y la obra para la residencia de mayores financiada por Ortega. Son estupendas noticias. El problema es que casi la totalidad de estos proyectos estimulados por la Xunta y Gobierno vienen de muy atrás y por delante hay muy poco. La ciudad carece ahora mismo de líderes capaces de unir e imaginar el Ourense del futuro, presionar por el Campus o siquiera aprobar el PXOM, renovar las concesiones o modernizar la movilidad. La última muestra la hemos tenido esta semana con la pérdida de 600.000 euros en la rehabilitación de la Plaza de Abastos por la infinita inacción del alcalde y los atrancos del interventor. Pero los ejemplos son tan constantes y obvios como los negros esqueletos de la Chavasqueira y Maimón. La factura es muy dolorosa y urgen los exámenes de conciencia. 

A todos nos hubiese gustado narrar un 2020 muy distinto. Ojalá podamos hacerlo en 2021 y que lo cerremos juntos, celebrando el progreso de una provincia mejor, capaz de salir de esta crisis reteniendo el talento joven mientras asume retos sociales como la soledad de sus mayores, capaz de mimar el patrimonio histórico y natural mientras apuesta por el emprendimiento y el comercio de proximidad. Ourense tiene mimbres de sobra para hacerlo. Feliz año a todos.

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