Opinión

El río de la vergüenza

Es así como se tiene que hablar de este maldito pueblo sin río, pueblo de pozos, donde siempre se bebe agua con el miedo de que esté envenenada”. En la obra de teatro “La casa de Bernarda Alba”, Federico García Lorca nos sumerge en la imagen del río para simbolizar la vida y la regeneración de una sociedad dinámica que quiere vivir en libertad. Por la ciudad de Ourense discurren tres grandes ríos (Miño, Barbaña y Loña), varias decenas de riachuelos y un centenar de regatos, pero visto el maltrato medioambiental al que se está sometiendo sistemáticamente el Barbaña, la metáfora queda empañada por la espuma blanca que delata un nuevo vertido al cauce. 

Ayer fue la espuma en la zona de A Farixa, anteayer desembocaba en el Miño con un nauseabundo olor a cloaca. Es probable que vuelva a suceder mañana. Porque así llevamos más de tres décadas, sin que las voceadas inversiones millonarias en modernos sistemas de depuración o los, al menos, diez expedientes condenatorios en los últimos cinco años por vertidos al Barbaña, según cálculos de la Plataforma Amigos da Terra, hayan conseguido erradicar el daño medioambiental. La apertura de una treintena de expedientes sancionadores desde el año 2000 –y pocos parecen si se tienen en cuenta las continuas denuncias de la sociedad que ha detallado La Región– tampoco han propiciado que las otras dos grandes venas fluviales de la capital bajen limpias.

Contaba hace 17 años Antonio Vázquez Martín en este periódico que el Barbaña, “en otros tiempos, se asemejaba a aquella Arcadia de los griegos” y mientras Ourense fue “una pequeña ciudad conservó su carácter idílico”. Pero la población creció al ritmo que lo hacían los polígonos de San Cibrao, Barreiros y el Parque Tecnolóxico de Galicia por los que pasa el río. En junio de 2009, un vertido industrial que no fue capaz de detener la depuradora de San Cibrao das Viñas provocó la devastación y la muerte de 17.013 peces. El procedimiento penal sigue abierto sin que se haya conseguido castigar al responsable de este atentado medioambiental. La recuperación del Barbaña ha sido una recurrente promesa electoral, pero las buenas intenciones de los gobiernos que han pasado por la Alcaldía naufragaron por el uso del río como aliviadero de la industria. 

La Dirección General del Agua del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente acaba de resolver dos expedientes sancionadores contra el Concello de San Cibrao das Viñas por los vertidos realizados al Barbaña en mayo y junio de 2016, cuya multa asciende a 83.000 euros. El acalde, Manuel Pedro Fernández, reconoce la responsabilidad última de la corporación municipal, aunque estudia si se trata de una negligencia de la empresa concesionaria de la depuradora (Espina y Delfín). El pasado mes de junio aprobó un convenio con la Diputación por el que el ente provincial asumirá la gestión con el objetivo de “mejorar el servicio”, aunque todavía no se ha producido una nueva adjudicación. “La contaminación del Barbaña es un problema ante los vertidos que lanzan algunas empresas y que los controles no detectan”, denunció el regidor hace unos días en La Región. Si se tiene claro el problema y el causante, no hay disculpas para no encontrar una solución. El Barbaña no puede continuar siendo el río de la vergüenza por llevar en su curso agua envenenada, ni la metáfora de una administración irresponsable e incompetente que se escuda en los meandros de la burocracia.

Te puede interesar