Opinión

Innovar en lugar de amenazar

La agenda informativa de estos días ha estado marcada, en buena medida, por el conflicto entre los taxistas y los propietarios de las licencias VTC. La creencia de que el mercado de los primeros se ve amenazado por la presencia de los segundos ha desencadenado una escalada de tensión que ha derivado en un conflicto en el que, de nuevo, las cuestiones reivindicativas se han mezclado peligrosamente con el derecho a la huelga, los problemas de orden público y de convivencia en las grandes ciudades. Solo la miopía de la Administración, pasándose la pelota, podía hacer de gasolina en un incendio social cuyas llamaradas provocaron infinidad de problemas. De nuevo los encargados de la solución, alimentaron el problema: Ministerio de Fomento, comunidades autónomas, ayuntamientos… El conflicto ha permitido ver, una vez más, como el crédito del colectivo de los taxistas ha minorado de golpe porque cualquier razón que se tenga, por cimentada que esté, se agrieta socialmente cuando se defiende por métodos burdos, por la imposición y por la alteración del orden público.

Pero, no nos engañemos, detrás de este asunto se encuentra un modelo de transporte en revisión. La tecnología, facilitadora de muchas consecuciones para la sociedad, nos obliga a mudar principios antes inmutables, formas de relacionarnos con los demás, a abrir puertas a nuevos modelos de negocio, a ofrecer nuevos servicios a los ciudadanos. Las licencias VTC y su proliferación no son más que la consecuencia de la expansión de la tecnología y su traslado al ciudadano para que este, en función de la libertad de elección de un servicio que se le presta, elija lo que más le conviene. Los taxis son, efectivamente, medios de transporte regulados por la expedición de unas licencias municipales, con una actividad que está también supervisada por las comunidades autónomas, que prestan sus servicios en ámbitos concretos. Pero no deben creer que tal condición les permite operar en régimen de monopolio o exclusividad. La sociedad de libre mercado exige ya otros servicios, detesta marcos regulatorios que van contra su libertad de elección de los servicios. 

Vivimos momentos en los que algunas reivindicaciones son anacrónicas, que, aunque tengan solución, será momentánea, porque la globalización y la extensión de la tecnología rompe cualquier corsé. Ya nadie discute que no procede que Correos exija que nos relacionemos a través de cartas en vez de a través de mensajería instantánea o correos electrónicos. Ya no tiene sentido creer que el transporte de paquetería dependa solo de una empresa. Es absurdo pensar que van a volver solo las compañías de bandera a operar en los aeropuertos, como embridar la tecnología para que la información que le llega a usted fluya a través de canales predefinidos y no con la libertad con la que se transmite en la actualidad. Son los operadores los que se deben adaptar a los tiempos, innovar, ser imaginativos para competir, buscar un sitio en este mercado vertiginoso. Gestionar el cambio es de valientes, pero es necesario para todos, también para el taxi.

Un profesional del sector en Ourense confesó que le era muy complicado convencer a sus clientes de las razones por las que están en conflicto, pero lo intenta. Sabe que la batalla del relato social la han perdido. No deben perderlo todo. Saben que hoy es la competencia de las VTC, mañana lo será compartir patinete, coche o cualquier otra modalidad colaborativa que se expande como mancha de aceite por las grandes ciudades del mundo. Los clichés proteccionistas se han acabado y los ciudadanos quieren libertad, ser dueños de sus decisiones valorando calidad de servicio ofertado y costes. Los taxistas deben hacer una profunda reflexión sobre cómo se ha llegado hasta aquí, pero sobre todo qué quieren hacer en el futuro. Que las reuniones que tengan a partir de ahora no sean solo para organizar algaradas, sino para decidir qué estrategia deben seguir para ser competitivos y no desparecer. En definitiva, hacer lo que hace cualquier sector en esta sociedad de libre mercado.

Los taxistas, tan queridos en Ourense por cierto, y cuyos servicios siguen siendo demandados y respetados por su calidad, deben de exigir ayudas y acompañamiento para su reconversión, no normas que les mantengan privilegios frente a otros operadores. Deben hacerse respetar por la calidad de los servicios ofertados, sin miedo a la competencia. Si merecen la pena, el mercado le seguirá respetando. Por encima de todo, están los clientes, los usuarios y las necesidades de estos evolucionan con los tiempos. En la medida en que se atiendan sus nuevas demandas, al sector también le irá mejor, simplemente mejorando su competitividad, como ha hecho siempre. Somos, por naturaleza, reacios a los cambios (véase los conflictos que provocó en su momento la peatonalización del Paseo) pero el futuro no se detiene nunca y ya está aquí. Preparémonos para convivivir con él.

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