Opinión

Dos meses después, la ciudad sigue en el abismo: ¡Basta ya!

Cincuenta y cuatro días después de que el PP dijese “basta” al alcalde Jácome todo sigue peor en la Praza Maior. Constatar esta realidad es demoledor: cada día que pasa sin que nada cambie es otro día desperdiciado para Ourense y otro día de desgaste de una ciudad que no merece esta ópera bufa. No, tres ediles no pueden gobernar con el 89% del pleno municipal en contra. Y en efecto, Jácome no gobierna. Qué le importa: su agencia de colocación de amigotes sigue bien abierta –la factura de su corte acaba de llegar al millón de euros anuales- y a él, entre tuit y tuit, le queda tiempo para jugar a ser regidor haciendo que hace, cuando se acuerda. A estas alturas y por desgracia, nada de esto sorprende ya. Pero lo que es inasumible es el papel que se ha autoadjudicado la oposición, jugando un pésimo partido de tenis con la paciencia de todos los ourensanos. Nadie devuelve la bola.

Ni siquiera con el peor alcalde (si pudiera llamarse así a este sujeto incapaz de gestionar un sorteo de patio de recreo) que se recuerda en Galicia y en la peor crisis desde la posguerra PSOE y PP han sido capaces de olvidarse de egos, personalismos y vacíos partidismos para activar un acuerdo imprescindible que  empiece a armar el futuro de Ourense. Aquí no hay espacio para frases huecas ni clichés escritos con mayúsculas. La moción de censura, sin ambages, es el freno democrático de emergencia que necesita la ciudad para empezar a recuperar la normalidad municipal, reimpulsar el Concello y atender a la ciudadanía, huérfana de un gobierno responsable y útil.  

El tiempo de espera se ha agotado. Por el camino se han quedado muchos jirones de la vida pública ourensana. Ahora, con este fallido seudogobierno de Jácome ha tratado de normalizar su última anormalidad, como ya hizo antes con su lacerante modo de hacer oposición y luego con el sectario desgobierno, convertido desde el minuto 1 en una huida hacia ningún sitio. Nada de esto era asumible, pero el umbral de la estupefacción tiene límites y la mayoría de ourensanos ha tenido que ir digiriendo, a la fuerza y a su pesar, episodios definitorios de una crisis institucional sin precedentes en Ourense. La carcoma avanza en el Concello. Por fortuna, el proceso es reversible. 

Les toca trabajar al PSOE y PP. Sin olvidarse del papel de BNG y Cs, socialistas y populares fueron los dos partidos más votados en 2019 –suman el 48,9% de los apoyos- y ahora deben entenderse. Con generosidad, sin líneas rojas ni nombres propios: el PSOE, vencedor el 29-M, tiene la legitimidad de armar gobierno. Pero aritmética y reglas son transparentes, necesita a los populares, que a su vez deben asumir su cuota de responsabilidad. Basta ya de amagos y regates. Tiempo habrá de perfilar políticas y curar heridas internas. También de evaluar a esa “intelligentsia” ourensana que aupó en su momento a Jácome -por diferentes razones- y que ahora cruza de acera cuando lo ven a lo lejos, sin atreverse a imitar a sus concejales rebeldes y repetirle la evidencia: Gonzalo, tienes que marcharte. Tiempo habrá de evaluar por qué gentes que proyectan supuestamente imagen de sapiencia y seriedad administrativa como el rimbombante city maganer o el interventor municipal sostienen y dan cobertura a los delirios de un indocumentado.

Como recordó la presentación del centro de IA –¿qué pintaba en ese desbarre los representantes de UNED y AJE?-, Ourense padece un alcalde atrincherado, desconectado de Diputación, Xunta y Estado y de la ciudadanía. El antisistema se ha convertido en el sistema más perverso. Al nuevo gobierno le tocará recuperar confianzas perdidas. También combatir la crisis del covid, que ha terminado de desnudar a Jácome. No hay programa, no hay plan, no hay plazos. No hay nada. Es terrible que el Concello, en lugar de ayudar, sume su propia crisis a la sanitaria y económica. La ciudad, confinada, supura hartazgo y los ourensanos, como el resto de los españoles, temen las incertidumbres del futuro. Es hora de que el próximo gobierno municipal logre articular una respuesta a la altura de lo que están demandando la hostelería, el comercio, las pymes o las capas más vulnerables de la sociedad, expuestas a una nueva crisis todavía sin estar recuperadas de la anterior. En la mesa de la Alcaldía se amontonan otros retos, como el termalismo, el PXOM, las concesiones vencidas o potenciar las políticas sociales y culturales, las colas del hambre creciendo en las organizaciones de ayuda humanitaria. Sin duda, el desafío es mayúsculo y urgente. La clase política de la ciudad tiene el deber de volver a servir a los ourensanos y devolverles la confianza. El cambio debe empezar hoy.

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