Opinión

Nuevas cuentas, viejas excusas

Los políticos suelen creer que los papeles en los que se escriben los presupuestos de administraciones como el Gobierno central o la Xunta lo aguantan todo. Basta observar cómo cambian las lecturas de los partidos según ejerzan de gobierno o de oposición. Manejan discursos intercambiables. Pero los presupuestos son una cosa muy seria, no una partida de trile. Los ourensanos, manteniendo el nivel de exigencia en el mínimo razonable, nos conformaríamos con que se cumpliese la palabra dada y se ejecutasen la cantidades que rezan en el papel para cada ejercicio. Pero lo cierto es que en las nuevas cuentas aparecen viejos proyectos que se eternizan, cuando no desaparecen como el Guadiana. Si se sumasen las inversiones pro- gramadas desde el año 2003 hasta el 2016 para esta provincia, la cantidad recibida superaría como mínimo los cuatro mil millones de euros, una cifra capaz de acallar cualquier reproche. La realidad, es decir, el nivel de ejecución y de cumplimiento, es bien distinta.

Si algo sobra son los ejemplos. Desde hace diez ejercicios, la circunvalación que tendría que unir la N-525 desde A Ponte con la N-120 en Eirasvedras aparece reflejada en los Presupuestos del Estado. La petición de esta variante de seis kilómetros, necesaria para agilizar las comunicaciones de la tercera ciudad de Galicia, comenzó en 1994 y hoy seguimos esperando el inicio de la obra. Para 2016, aparece dotada con 3,7 millones. Al fin una buena noticia; la seguiremos expectantes.

Los políticos, salta a la vista, intentan hacernos creer que el papel todo lo aguanta y están convencidos de que el tiempo juega siempre a su favor. Y así es, salvo cuando ponemos la lupa, descendemos al detalle y nos detenemos en casos como el del archivo histórico y la biblioteca pública de San Francisco. El presupuesto de adjudicación sumaba 15 millones en 2003, las obras se paralizaron en 2005 pero en los sucesivos presupuestos han ido apareciendo distintas partidas. Ahora se le destinan tres millones para 2016 y una proyección de cuatro millones para 2017. Suman ya 47 en total desde el inicio, por lo que 32 son papel mojado. No, el papel no lo aguanta todo. Se cae rápidamente de las manos con ejemplos como el del Museo Arqueológico, cerrado a cal y canto desde 2002, a la espera de su rehabilitación. El 2016 era, o eso nos habían hecho creer, el año en que al fin veríamos avances en el proyecto y lo que nos hemos encontrado ha sido una cifra testimonial, ridícula, en los Presupuestos del Estado. El Gobierno todavía está a tiempo de remediarlo. Es plausible la actitud del alcalde, el popular Jesús Vázquez, al reclamar a Rajoy “más sensibilidad” con la ciudad. Hubiese sido deseable esa firmeza en la exigencia y esa contundencia cuando fue conselleiro de Cultura de la Xunta, otra administración con cuantiosas deudas históricas pendientes con Ourense. La morosidad inversora se ha ido acumulando así gobernase el PP o el PSOE, en Santiago o en Madrid. De nada sirve tener un gobierno políticamente amigo o amigos políticos en el Gobierno, por mucho que te visiten, si ello no tiene traducción real en el progreso social y económico.

Hay sombras pero también luces en los presupuestos. Brillan esos mil millones que Fomento reserva para el AVE gallego, 731 de ellos a ejecutar en la provincia de Ourense. Justo es aplaudir el esfuerzo, pero no es justo asignarlo exclusivamente a esta provincia para hacernos comulgar con la idea de que estamos a la cabeza de España en inversión del Estado. Somos la entrada y la salida de la línea de alta velocidad, sus beneficios redundarán directamente en este territorio, pero también e igual de directamente en Vigo, en A Coruña, en Zamora y hasta en Madrid. Ourense necesita inversiones destinadas a lograr que ese flujo de viajeros y de oportunidades que viajarán con la alta velocidad se encuentre ante una tierra de progreso y de modernidad, y perciban la necesidad de detenerse y de invertir en ella tiempo y dinero.

Quitémonos esos complejos que intentan atribuirnos desde fuera sólo para acallarnos. Ni somos pedigüeños ni victimistas ni localistas. Reclamamos justicia política y social. Unos presupuestos concebidos para equilibrar los territorios y capaces de sostener lo que plasman sobre el papel. ¿Quién puede decir que eso es mucho pedir? 

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