Opinión

La oportunidad de la Galicia interior

Una de las escasísimas buenas noticias que nos deja el último año y medio es el volteo de la tendencia demográfica en la provincia. Ante el acecho de la pandemia, el rural ha demostrado una vez más su capacidad de refugio y motor de futuro, atrayendo a diferentes perfiles entre los que sobresale el de la persona de unos cuarenta años con vínculos ourensanos y cansada de las exigencias de las grandes ciudades. Este periódico ha ido perfilando a lo largo de la última semana la profundidad del nuevo escenario, acumulando los titulares optimistas: Ourense registró en 2020 el mejor saldo migratorio de su historia, el 80% de los concellos sumó población en los últimos meses, aumentan los nacimientos, crecen las licencias de nueva construcción y rehabilitación…

Casi como una reformulación de la teoría del efecto mariposa, una enfermedad originada en Wuhan puede acabar siendo la salvación de muchas comarcas ourensanas. Pero para eso será imprescindible coser la ya demostrada voluntad social y empresarial con el empuje político. Porque si el vecino neorrural remarca los atractivos de su destino, estas mismas páginas plasman las necesidades más urgentes que se deben cubrir para solucionar las viejas carencias y atender las nuevas demandas: mejorar las comunicaciones, extender la fibra óptica al 100% de los municipios, abrir las escuelas infantiles que sean necesarias o garantizar el blindaje de servicios básicos como el centro de salud, la farmacia o la oficina bancaria.

El diagnóstico de las necesidades ya estaba hecho: el gran mérito de las plataformas rurales fue precisamente situar a la España Vacía en la agenda pública. Y aunque el covid quitó los focos a esta revuelta social le ha acabado proporcionando varias piezas de la solución: un flujo poblacional inverso entre la urbe y el campo, facilitado por la explosión del teletrabajo y un retorno a las raíces frente a las incertezas. Nada de esto se sostendrá en el tiempo si no se alinea la oferta de nuestros concellos con el aumento de la demanda y esto no se conseguirá con declaraciones, tuits, informes ni comités. De eso la hemeroteca ya está llena; ahora lo imprescindible es transformar las esperanza en hechos reales a partir de política real: desde los alcaldes al Gobierno, cada actor deberá olvidarse de intereses partidistas y rentabilidades electorales para situar al rural como eje. Solo la valentía y los recursos necesarios -ahí asoman también los fondos europeos- lograrán estimular la conciliación, facilitar el acceso a la vivienda o ayudar al empresario local a crear empleo en su territorio.

La crisis generada por las grandes eléctricas vaciando los embalses de abastecimiento en agosto sin medir las consecuencias económicas ni ambientales deja dos lecturas interesantes: la contestación social de las periferias va en aumento y los gobiernos, si quieren, siempre tiene margen de actuación. La polémica recuerda además cómo estas regiones del interior fueron anegadas en beneficio colectivo -y de las concesionarias- sin recibir apenas compensaciones y empujando todavía más a la emigración. Por eso el reequilibrio de España es tanto una necesidad como un acto de justicia con provincias relegada al cajón durante tantas décadas. Hoy hay interés, dinero y tecnología y rentabilizar este bum poblacional sea quizás la última ocasión para corregir el escenario antes de quedarse sin tiempo. Ojalá que todos estemos a la altura.

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