Opinión

Primo Banksy, en el Casco Viejo de los estúpidos

Estuvo Primo Banksy en el número 16 de Hernán Cortés. La versión gallega del grafitero anónimo más conocido del mundo pintó un minotauro calcetando en el Casco Viejo, una metáfora del confinamiento a través de un texto de Irene Vallejo, que nos advierte de cuidar de nuestros compañeros de manicomio, de aprender a vivir en el laberinto. El arte urbano sorprende ahora en unas calles históricas maltratadas por aquello que no alcanza el nombre de arte, las pintadas vulgares de quien destroza el patrimonio que nos pertenece. Un Casco Viejo que ya no representa a sus vecinos, hartos del feísmo y de que nadie pague por ello. Estos días llegan los selfies y el debate junto al acrílico de Primo Banksy. Evidentemente, es la primera vez que los residentes de Hernán Cortes, una de las calles más bonitas de la ciudad, se encuentran con algo diferente, más cercano al arte que a los garabatos que estropean cada rincón de los Vinos desde hace años. Hay a quien le convence la idea de Primo Banksy, pero también quien se pregunta si los dueños de las fachadas están de acuerdo. Lógico. Aunque en la historia del grafiti está ese componente de pintar a escondidas y en lugares públicos. Pienso en Las Meninas de Ferrol, un proyecto que revitalizó el apagado barrio de Canido con arte urbano. Allí le hicieron hasta un reservado para Banksy, el de verdad. Durante un tiempo se llegó a fantasear con la idea de que aquellos dos guardiaciviles besándose en una pared que aparecieron una mañana eran obra del artista anónimo por excelencia. La página oficial de Banksy confirmó más tarde: “No es un Banksy”. La leyenda ya había hecho lo suyo, convertir a Canido en referente turístico. ¿Y si Ourense dejase espacio a los artistas y recrease su propio “Canido” en los Vinos? Sea como sea, la administración pública debe limpiar primero la huella de los estúpidos. Y hacerles pagar. El Casco Viejo nos pertenece a los ourensanos.

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