Opinión

Adolfo Suárez. De colega a... SR. Presidente

Roque Pro Alonso, director general de Radiodifusión y Televisión nombrado por Fraga Iribarne, estaba en Canarias inaugurando las instalaciones de “la caja tonta”; corrían los primeros días de 1964. Le supongo atribulado, había sufrido un accidente de aviación en el que, extraña circunstancia, sólo habían muerto los pilotos. Mientras esto ocurría en las Afortunadas, en la península un ilustre gallego, Pío Cabanillas, conseguía que su superior firmara el cese del señor Roque. Desde Barcelona, casi en paracaídas, apareció al frente de la subdirección general de Radiodifusión y Televisión un técnico, a mi juicio el más inteligente y brillante de la historia del hoy ente: Luis Ezcurra Carrillo. Casi dos meses el sillón del director general no albergó nuevas posaderas, y fue el 26 de marzo cuando sintió de nuevo el calor de las del nuevo ocupante, ilustres y sindicales, las de Jesús Aparicio Bernal, jefe nacional del SEU y presidente del Sindicato Nacional del Papel, Prensa y Artes Gráficas ¡un profesional! Confirmó en la subdirección a Luis Ezcurra, y en pocos días fue apareciendo la nueva savia humana que habría de regir la Casa. Sólo citaré a tres, aquellos que con el tiempo fueron mis amigos. Uno procedía de un colegio mayor: Juan José Rosón; Faustino Ramos, de un puesto sindical, y Adolfo Suárez, del Instituto Social de la Marina. De los tres, el que ocupó un puesto menos importante fue Adolfo, a quien se designó secretario de las Comisiones Asesoras de Televisión. A Faustino le nombraron jefe de la Oficina de Contratación Artística, junto al austríaco Artur Kaps. Recuerdo los cariñosos lamentos de Faustino: “Yo esperaba ser gobernador civil y he acabado de buscaputas”. Años después, Adolfo hizo feliz a Ramos nombrándole gobernador civil de Pontevedra. Juan Rosón, desde el principio fue nombrado “coordinador”; fue el más influyente y mano derecha de Aparicio Bernal.

Adolfo destacó pronto. Amable, simpático, gentil, seductor y con un norte claro: sabía lo que quería y a ello dedicó su atención sacrificando cualquier debilidad. Se ganó al respetable; alguien de cuyo nombre no quiero acordarme dijo: “Parece un jefe de planta de El Corte Inglés”. Ascendió pronto, en 1967 decidió presentarse a las elecciones del tercio familiar en Avila, su provincia natal, compitiendo con un peso pesado de la época: Emilio Romero, director del vespertino sindical Diario Pueblo. En TVE no encontró el apoyo esperado. Jesús Aparicio, que se presentaba en Alicante, le cerró oportunidades. Recuerdo su disgusto cuando le impidieron tener protagonismo en el acto de entrega de la medalla que, con motivo de la promoción del tenis realizada por TVE, entregó la Delegación Nacional de Deportes: “casualmente” el acto se organizó en fecha muy próxima al día de la elección. Recuerdo su preocupación en 1968, siendo gobernador civil de Segovia, cuando la catástrofe de Los Ángeles de San Rafael le amargó, y su decepción en 1969 al no ser nombrado ministro de Información, aunque en la pedrea accedió -y fue su gran suerte- a la Dirección General de Radiodifusión. Recuerdo sus veraneos de acercamiento a Carrero y Alonso Vega en la dehesa de Campoamor, iniciados mucho antes de su puesto en la Dirección General.

Un sábado, en Aranda de Duero, en un programa en directo con Nino Sánchez, quien cantaba en una era sobre un borrico, ocurrió que el pobre burro, que en los ensayos había obedecido perfectamente, al llegar el directo no quiso obedecer y se quedó quieto. El burrero, que iba a cobrar creo que 200 pesetas, vio en peligro su negocio y entró en plano con una vara pinchando en las partes reproductoras al animal, que salió disparado. La imagen fue dura y el lunes cuando llegué a TVE me dijeron que Suárez me quería ver. Al entrar en su despacho me dijo: “Me ha llamado doña Ramona, la mujer de don Camilo, hecha una fiera por lo que hiciste con el pobre burro. Para tranquilizarla he dicho que te pondré una multa por insensible”. Fueron cinco mil pesetas que me compensó con veinticinco mil. Adolfo, siempre fue un hombre justo.¡Ah!, doña Ramona era la presidenta de la Sociedad Protectora de Animales y veraneaba en Campoamor.

Años después, cuando murió Herrero Tejedor y parecía que la estrella de Adolfo decaía, algunos estuvimos cerca de él y de su recién nacida Asociación, eran tiempos cercanos al célebre “Espíritu del 12 de Febrero”. Nombrado presidente, tuve ocasión de colaborar en sus campañas electorales en compañía de Gustavo Pérez Puig, bajo la dirección de Rafael Ansón, el director general más inteligente y generoso de TVE. No es hoy momento de comentar la última entrevista que tuve con el señor presidente el 28 de diciembre de 1977, lo haré, merece la pena lo que tratamos y muchos quedarán sorprendidos.

Para terminar expreso mi rechazo a la hipocresía de muchos de los que hoy alaban a mi amigo Adolfo Suárez y fueron auténticos bellacos con su persona. Derecha, izquierda y centro albergan rufianes indecentes. Estoy triste, muy triste… cuando un amigo se va ¡algo se muere en el alma!

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