Opinión

El milagro de Santa Teresa (el efecto Suárez)

Emilio Romero, contrincante de Adolfo Suárez en las elecciones a Cortes correspondientes al denominado Tercio Familiar en 1967, trató de desprestigiarle calificándole como “un milagro del brazo de Santa Teresa”. Los abulenses no lo consideraron así y el cebrereño derrotó al arevalense. La calificación del periodista ¿fue una simple “boutade” o una profecía? Cuarenta y siete años después, los acontecimientos de las últimas horas me hacen dudar. Desde la respuesta que la sociedad española dio al “timo” del 23-F no se había concitado una reacción tan unánime ante un acontecimiento como el de la muerte de Adolfo Suárez. Las “tumbas” se abrieron y los envejecidos adversarios que le asaetearon con crueldad le han ensalzado sin pudor. Ejemplo vergonzoso, entre otros muchos, el de Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, presunto tránsfuga y dinamitero político. Pero, efectivamente, al de Cebreros le protege Santa Teresa y ¡de qué manera!

El sentimiento de consenso que ha producido su muerte era necesario en la España actual. Se ha convertido en un catalizador de esperanzas ansiadas. De todos los piropos surgidos de la voz popular, tal vez el más útil para la necesaria regeneración de la Nación y sucursales autonómicas ha sido: ¡era un hombre honrado! Y según las encuestas, el pueblo español se duele, de momento callado y poco activo, de la corrupción que empaña la vida pública en los partidos políticos, sindicatos, organizaciones empresariales y deportivas. Sonada la presencia del señor Mas, que dio la cantada con su mensaje político en momento no apropiado.

La muerte de Suárez, su último servicio, ha sido propiciar inconscientemente, como lo son por definición las tragedias, una llamada a la cohesión, al diálogo constructivo entre las fuerzas sociales. Adolfo, un desclasado, no perteneciente a familia sonora; hijo de honesto republicano, supo con ambición política, con perspicacia, habilidad y tesón transitar, lo justito, por la sonriente primavera y florecer, un 3 de julio en el verano democrático. España es así aunque a muchos nos gustaría que marcara diferencias. Ojalá, que este último servicio que el presidente Suárez ha prestado a la sociedad nacional, a España, tenga consecuencias positivas, aunque la responsabilidad la achaque “a un nuevo milagro”, “un milagro del brazo de Santa Teresa”.

Despierto, el ataúd con los restos de mi amigo Adolfo está entrando en la Catedral de Ávila. En mayo, elecciones al Parlamento Europeo… Me transpongo, escucho una dulce voz de Teresa de Jesús que me susurra: “Recuerda hermano la voz del pueblo: el muerto al hoyo y los vivos al bollo”.

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