Opinión

ROSA MARÍA CALAF... Y AHORA ¿QUÉ?

Una ez más el Foro de La Región acierta con el personaje que presenta. Esta tarde tenemos ocasión de escuchar los relatos que Rosa María Calaf Solé nos ofrecerá. Me permito recomendarles que no se los pierdan. Rosa María, una de las más prestigiosas periodistas de los últimos años, nace en Barcelona un 17 de junio. Estudia derecho y periodismo, comienza a trabajar en TVE (Barcelona) en 1970. Años después, cuando Rafael Ansón, director general de TVE, y Luis Ezcurra, subdirector general, deciden crear, en el ámbito de la OTI, el programa '300 Millones' se incorpora al equipo que comandaba José Joaquín Marroquí, entrañable amigo y compañero, no recuerdo con qué función oficial, lo que sí puedo asegurar es que resultó alma, cerebro, e indispensable pieza para la producción del espacio. Sus ideas, sus textos en el guión, sus gestiones resultaron inestimables. Ni en el piloto, grabado creo que en Baleares, ni en el primer episodio seriado trasmitido en directo, participé. Fue Ramón Pradera, un primoroso experto en la organización burocrática, el primer encargado de la realización del nuevo proyecto. Al día siguiente de la emisión de ese primer programa me despertó la temprana llamada telefónica de Inmaculada, una encantadora canaria, a la sazón secretaria de Rafael Ansón ?y hoy su mujer- para decirme: 'Mi niño, vente rápido, el jefe quiere verte'. Me encargaron la responsabilidad del programa y así fue como un día de junio me incorporé a '300 Millones' y conocí a Rosa María Calaf y trabajamos juntos durante gran parte de la vida del programa.


Esta época en la vida profesional de Rosa, utilizando un símil marinero, es como su 'obra viva', la parte del navío que no se ve, que está bajo el agua y que sin embargo es parte fundamental para sus singladuras. La 'obra muerta', la que no cubre el agua, la que se ve, en este caso la que inicia la parte brillante y de máxima fama en su carrera comienza con su designación como corresponsal de TVE en Moscú; más tarde llegarían Viena, Buenos Aires, Nueva York, Canadá, Roma y la última: Asia zona Pacífico. En todas, Rosa María ha cortado orejas y rabo. Como anécdota personal conjunta recuerdo aquellas jornadas semanales en que sentados a la mesa de mi despacho, con la única compañía de unos folios, iniciábamos la escaleta de un próximo programa. Al unísono escribíamos cada uno en su folio mientras uno de los dos pronunciaba la palabra escrita: 'Cabecera'; automáticamente escribíamos la segunda secuencia del programa y uno u otro casi cantaba: 'Iberia' (el spot de uno de los anunciantes del programa). Había llegado el momento cumbre, nos mirábamos no sé si con cara de terror, de cachondeo sano o de resignada profesionalidad y uno de los dos decíamos: ¡Y ahora? ¿qué?! A veces nos ayudaba un entrañable compañero, José Antonio Rodríguez. Rosa sacaba de unas carpetas 'el menú', una serie de posibilidades más o menos remotas. Así se hizo un programa ambicioso que sufrió el envite injusto de la oposición política. Y desde esos días guardo la admiración, agradecimiento y afecto a Rosa María Calaf. ¡Ah! y no lo duden, aquella fue la mejor época de '300 Millones'.

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