En el carro de Don Juan Carlos va mucha gente: los currantes, los parados, los funcionarios, los quietos -mayoritariamente asesores de los más de doscientos ministros o asimilados que tiene nuestra Administración- y los políticos -un montonazo entre unas cosas y otras-, también los pensionistas, los rentistas, los aristócratas, los plebeyos y un caballero almeriense que lleva buscando el carro más de cuarenta años: Don Manolo Escobar, al que se lo robaron estando de romería y lo encontró el día de Nochebuena gracias a la pista que dio Su Majestad.
Apareció el carro atrapado en el barro del camino y no hay más pelendengues que tirar entre todos, y ¡yo con este reúma! ¿Tenemos todos los españoles la misma responsabilidad en la situación actual? ¿Es justo que aquellos -personas físicas o empresas- que obtuvieron grandes beneficios en los días anteriores y que según parece muchos de esos patrimonios se fueron buscando una mayor rentabilidad a fondos internacionales en lugar de ser reinvertidos en nuestra patria, se apresuren a proponer regulaciones de plantillas? Apareció el carro atrapado en el barro del camino y no hay más pelendengues que tirar entre todos, y ¡yo con este reúma! Si el capitalismo sigue siendo así, me quiero bajar del carro; me alegro de los beneficios que han conseguido con mister Bernard Madoff los elegantes, ricos y despiadados inversores que prefirieron alimentar su avaricia antes de pensar en los obreros que les ayudaron a amasar sus ganancias.
Majestad, ponga de acuerdo, modere, que es su obligación, a los dos grandes partidos nacionales, que se repartan puestos y prebendas y no pida a los de a pie, a los españoles que todavía votamos, que tiremos del carro.
Piense Majestad que si nos hacen tirar podemos tirar en demasía, hacer que el carro vuelque, y recuerde, que el primero que se da de bruces es su Graciosa Majestad.