Opinión

LOS POBRES, POBRES

La mitad de los pobres ya no pueden comprar medicamentos, ni seguir ningún tratamiento médico. Cuatro de cada 10 personas viven por debajo de los 8.000 euros al año, y 60.000 menores de edad han pasado o pasan hambre con frecuencia, lo que significa que no comen casi nada durante el día y no cenan nunca por la noche. Dicho así, con la frialdad y crueldad que hablan los números, podríamos pensar que tales afirmaciones se refieren a países lejanos, a esos hombres mujeres y niños, que habitan en lugares que parecen dejados de la mano de Dios, pero no es así. Estos son algunos datos que nos ofrece un estudio realizado por La Caixa para argumentar un programa de ayudas que lleva aplicando cinco años, en un total de 10 ciudades españolas.


Son nuestros pobres, esos pobres de verdad, a los que no vemos mendigar en las calles, pero que no tienen lo mínimo necesario para sobrevivir y como siempre, aquí y en todo el mundo, esa pobreza se ceba con los niños. Leer el estudio desde la óptica de la opulencia te llena de sonrojo y se te hace un nudo en el estómago al comprobar lo poco que conocemos de la sociedad en la que vivimos. Según se apunta en el mismo, una familia con dos adultos y un niño que ingresa menos de 14.000 euros al año vive en la pobreza relativa y se considera que están una pobreza severa si el dinero que entra en casa no llega a los 7.000 euros al año para tres personas. Es decir viven con 180 euros al mes, o lo que es lo mismo con seis euros al día. Esto significa que a nuestro lado hay personas anónimas, vecinos sin rostro, que solo tienen para pasar un mes lo que ha costado la entrada más barata del derby de fútbol que se celebrará este miércoles en Valencia.


Eso por no hablar de las condiciones en las que viven. Si de muestra vale un botón, de las 34.000 familias estudiadas la mayoría viven en casas muy pequeñas -apenas tocan a 15 metros cuadrados por persona-, 27.000 están en viviendas muy deterioradas y llenas de humedades y 53.000 familias reconocen que ya no pueden comprar ni fármacos para luchar contra la enfermedad. En esta radiografía de la exclusión no se especifica el drama que se esconde detrás de cada una de estas cifras pero no cuesta imaginar lo que todo esto significa. Son historias de abandono, de miseria, de desesperación, pero sobre todo de injusticia. Esa injusticia que separa cada día mas a los ricos de los pobres, esa que debería hacer despertar las conciencias, en una sociedad cada vez mas adormecida, que prefiere no mirar lo que ocurre a su alrededor pero lo que es peor: no le importa. Algo muy grave pasa cuando tenemos al tercer mundo en nuestro propio vecindario y seguimos empeñados en vivir como nuevos ricos en un primer mundo que se desvanece sin que a nadie parezca importarle.


¡Pobres! Pobres a los que sólo reconocemos como números de una demoledora y vergonzosa estadística.

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