Opinión

Ábalos se planta

José Luis Ábalos ni deja el acta ni entrega el hacha. El político que fue clave en el regreso de Sánchez a la Secretaría General del PSOE y ha visto su vida política arruinada por las andanzas presuntamente delictivas de Koldo García, un asistente suyo que fue “aizkolari”, ha decidido desobedecer a Sánchez.

Anuncia que va a seguir su camino entrando en el Grupo Mixto llevando como equipaje más de seis años de secretos del sanchismo. El “hacha” que le pondrá a salvo del fuego amigo procedente de sus antiguos compañeros. Los mismos que durante su etapa de secretario de Organización del PSOE le “lamían el dobladillo del pantalón” por decirlo con una expresión reciente de Óscar Puente, el exaltado personaje que le sustituyó al frente del Ministerio de Fomento. El temor latente a que pueda tirar de la manta actuará de detente, enfriando posibles acciones de descrédito con efectos retardados.

Ábalos se está convirtiendo en un personaje trágico que ha visto cómo quien tiene mucho poder corre también mucho peligro porque, en última instancia, todos dependemos de los demás.

Ábalos fue en su día el martillo del que se valió el PSOE para la demolición de Mariano Rajoy durante la moción de censura que facilitó la llegada de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno. Ahora es a él a quien le tumba una sospecha sin estar imputado, como tampoco lo estaba Rajoy. La historia se complace en la ironía y, tarde o temprano, también a Pedro Sánchez le alcanzará el tiempo.

De aquí en adelante habrá que observar qué hace Ábalos y si opta por la prudencia a la espera de poder jubilarse. Tiene 64 años. Hijo de torero, acredita valor al reconocer que se enfrenta solo a lo que tiene por delante: “Me quedo en el escaño para que quienes pretenden echarme a la calle por la puerta de atrás me miren a la cara”. Suena a advertencia, a aviso a navegantes por parte de quien durante los últimos años ha sido guardián de los secretos del sanchismo. Su memoria podría ser la “kriptonita” de Pedro Sánchez.

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