Opinión

Pausa escénica en las negociaciones

La política le debe mucho al teatro. De hecho, no pocas veces asistimos a verdaderas representaciones escénicas por cuenta de los protagonistas de la vida política nacional. Estos días tenemos en la cartelera una trama que desembocará en la investidura presidencial. A medida que avanza el mes y los medios proclaman el estancamiento de los tanteos de Pedro Sánchez para amarrar el apoyo de Junts a su investidura crece la impresión de que estamos ante una suerte de teatrillo político. Una escenificación orientada a transmitir la impresión de que si todavía no está cerrado el acuerdo es porque Sánchez no estaría dispuesto a ceder a todas las exigencias de Carles Puigdemont que pasan por la amnistía y un referéndum sobre la independencia de Cataluña.

Ante semejante trágala -de manifiesta inconstitucionalidad- el guión del relato establece algo así como una pausa escénica. Pausa que los medios afines se encargan de rellenar apuntando que si bien Sánchez está decidido a ceder en la primera de las exigencias -la amnistía para los encausados por el golpe del “procés”-, rechaza la segunda, la convocatoria de una consulta. Es un reparto de expectativas. Ya lo ensayaron con éxito en la anterior legislatura. Entonces Sánchez necesitaba el apoyo de los diputados de ERC y, para conseguirlo, cedió a las condiciones impuestas por su líder (Oriol Junqueras) que se hallaba en prisión condenado a varios años de cárcel e inhabilitación al igual que otros dirigentes por su participación en el golpe. Sánchez les negó la amnistía que reclamaban pero les concedió el indulto y cambió el Código Penal para suprimir la sedición y rebajar la pena por la malversación.

Ahora está jugando a lo mismo: a despistar al personal. Dice que no al referéndum, pero ya tiene decidido promover una amnistía. Repite el guión que funcionó y contentó a Junqueras a la espera de que Carles Puigdemont se fíe de su palabra y ordene a los siete diputados de Junts que voten a favor de la investidura. Lo tienen todo atado, pero necesita que el prófugo, que sigue la jugada desde el palacete de Waterloo, acabe convenciéndose de que nunca tendrá en su mano otra oportunidad como esta para lograr el borrón de todas sus cuentas con la Justicia. De ahí el impase táctico. La pausa escénica en las negociaciones.

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