Opinión

Alfonso Rueda “on the road”

Galicia non para” es el lema elegido por el PP gallego en lo que parece la primera fase de la precampaña de unas elecciones autonómicas cada día más próximas pero aún si fecha. Y el que no para es Alfonso Rueda, que últimamente multiplica su actividad institucional, recorre el país invitando a gente de a pié a cañas sin alcohol y, a lo Fraga, se deja ver en casi todos los saraos festivos que se le ponen por delante. Incluso, siendo un tipo tan serio como parece, asume el riesgo acudir como invitado -“a pintala mona”- al programa de humor de la TVG “Land Rover”. Todo por dejar de ser cuanto antes un perfecto desconocido para los muchos gallegos que, según algunas encuestas y a pesar de los esfuerzos de sus asesores, siguen sin saber quién es el actual presidente de la Xunta, un año y pico después de que accediera al cargo sustituyendo a Feijóo.

Rueda paga en forma de desconocimiento público el esfuerzo que hizo por permanecer en un discreto segundo plano durante sus años como conselleiro, incluso ya como vicepresidente de la Xunta y hasta donde le fue posible como secretario general del Pepedegá, siempre a la sombra de su mentor. Otros en su lugar habrían aprovechado esas responsabilidades para hacerse ver y darse a valer, para promocionarse personalmente con vistas a volar algún día por su cuenta. Sobran ejemplos. Pero ese no es el estilo de Alfonso Rueda, al que hay quien achaca una notoria carencia de ambición, que él reconoce y que sin embargo nada tiene que ver con una falta de confianza en sí mismo o de carisma de líder. Responde más bien a un planteamiento vital basado en la humildad, la responsabilidad y la lealtad. Y en no dar la nota.

Sus allegados subrayan, además de su capacidad de trabajo y el rigor con que desarrolla sus tareas, que Rueda nunca pisaría la cabeza de nadie ni haría zancadillas para ascender. Tampoco le hizo falta. Las malas formas no van con él, como tampoco las marrullerías. Ni siquiera en el combate político cuerpo a cuerpo se permitiría jamás un golpe bajo. No movió un dedo para llegar a la Presidencia de la Xunta, a la que, como buen funcionario, accedió por escalafón. Sin embargo, ahí está, en un cargo en el que empieza a sentirse cómodo. Lo heredó. No lo conquistó en las urnas. Por eso ahora lo está dando todo para ganar con mayoría absoluta las elecciones autonómicas -que serán cuando él decida- y revalidar su condición de presidente por méritos propios, con plena legitimidad política.

Esta “on the road”. Rueda se ha echado a la carretera. Su objetivo, y el de su partido, es que le vean de cerca cuantos más gallegos mejor, para que le conozcan, no sólo de nombre o por un cartel, sino en carne y hueso. En ese cara a cara, se enfrenta a un reto con un alto coste personal. Supone un esfuerzo humano muy considerable. Un duro peaje. Sin embargo, el delfín de Feijóo lo encara con el ánimo y la energía de alguien que está en buena forma física (corre, pedalea, se cuida) y que en la corta distancia sabe caer bien al despojarse de ese halo de soberbia que le atribuyen sus oponentes. La operación tiene sus riesgos, que cabe suponer que un motero avezado como Rueda sabrá medir. Ni quemar demasiada goma. Ni pasarse de frenada. 

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