Opinión

El otro delegado del Gobierno

Bien mirado, a falta de uno, el Gobierno tiene ahora dos delegados en Galicia: el oficial, Pedro Blanco, y el otro, José Ramón Gómez Besteiro. Curiosamente el primero fue quien sucedió al segundo en un cargo en el que permaneció apenas unos meses y que en cinco años han ocupado cuatro personas, todas de perfil netamente político. Una rotación que remeda a lo que sucede con el propio gabinete de Pedro Sánchez, donde, por razones de estrategia política, hay ministerios que han cambiado hasta tres veces de titular, sin que al ciudadano de a pie, incluso el mejor informado, le dé tiempo a quedarse con el nombre de ninguno de ellos, aunque antes de ser ministros algunos, los menos, ya fueran personajes conocidos en el panorama político. Todo lo contrario que Pedro Blanco, hasta ayer un perfecto desconocido para la opinión pública gallega.

Ciertamente Blanco es un delegado tirando a gris, que empezó rehuyendo el escenario mediático -sobre todo los micrófonos y las cámaras- y que al final ha tenido que asumir el grado de exposición que inevitablemente conlleva un cargo político relevante que, sin embargo, sigue desempeñado con perfil bajo en la medida de lo posible, porque no le va el protagonismo y para dejar todo el espacio público posible al verdadero representante de Sánchez. Es más que probable que la agenda de Blanco se supedite a la de Besteiro, menos en aquellos aspectos que comportan representación institucional o en la faceta de máximo responsable de los cuerpos y fuerzas de seguridad en Galicia 

Besteiro, que cobra como diputado en el Congreso, está dedicado casi por entero a darse a conocer entre los gallegos como candidato socialista a la presidencia de la Xunta, pero también, y sobre todo, a “vender” lo que hace el Gobierno de Sánchez en Galicia o por Galicia. A efectos prácticos ejerce como un superdelegado. Tiene hilo directo con Moncloa y Ferraz, que son quienes le facilitan la munición para la batalla electoral, ya sea en forma de anuncios y proyectos oficiales o de argumentario con el que confrontar con la Xunta y el PP en esta larga precampaña de cara a las elecciones autonómicas en la que estamos metidos desde hace meses.

Sobre el papel, el delegado del Gobierno es la persona que tiene por función representar a la Administración del Estado en el territorio de una comunidad autónoma y coordinar su actividad con la de las administraciones autonómica y local. Ni Pedro Blanco, y mucho menos Gómez Besteiro, se limitan a cumplir con ese noble cometido institucional. Su labor viene a ser ante todo política, como lo fue la de otros que ocuparon ese puesto en Galicia en etapas anteriores y a quienes sus superiores habían elegido precisamente para eso, para ser voceros entusiastas del partido gobernante en Madrid y/o, en su caso, ejercer como animadores de la oposición al Gobierno de la Xunta. En todo caso, en el sueldo del delegado, sea el oficial o el oficioso, va siempre incluido comerse los marrones que le caigan y tragar sapos, que nunca son plato de gusto.

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