Opinión

Las elecciones gallegas tendrán que esperar

En política hay gente capaz de justificar lo injustificable, pero no había razones objetivas ni de recibo para adelantar las próximas elecciones autonómicas haciéndolas coincidir con las generales que, sorpresivamente y a la desesperada, convoca Pedro Sánchez para el domingo 23 de julio. Es probable que en el círculo de confianza de Alfonso Rueda hubiera más de un partidario de aprovechar esa coincidencia y subirse a la ola azul que previsiblemente llevará a Alberto Núñez Feijoo hasta La Moncloa. De poco habría servido que esas voces internas se hicieran oír porque el presidente de la Xunta lo tenía muy claro. Galicia debe tener su propio calendario electoral, al margen de las convulsiones de la política nacional. Así lo entendieron también los antecesores de don Alfonso, incluido Touriño, a quien muchos culpan de la derrota del bipartito en 2009 por hacer oídos sordos a los consejos del por entonces todopoderoso Pepe Blanco, partidario de llamar a los gallegos a las urnas unos meses antes, cuando aún podía salvar los muebles.

Además, y mientras esté en su mano, Alfonso Rueda no piensa convocar elecciones en plena canícula, ni en lo más crudo del invierno, a pesar de que en Galicia por lo general no se registran las temperaturas extremas de otras zonas de España. Él no es el único que cree que unas condiciones meteorológicas adversas, sea por frío o por calor, como los puentes festivos o los periodos vacacionales, desincentivan la participación electoral, por más inciertos que se presenten los resultados. La niebla, los temporales, las heladas o la calorina siempre juegan en contra de la voluntad de votar. Por su larga experiencia en el puente de mando, a Rueda no se le escapa que la maquinaria electoral del PP gallego funciona a la perfección si se la engrasa y se la pone a punto con tiempo y no tiene que luchar más contra los elementos que contra los partidos competidores.

Salvo cataclismo, y pase lo que pase el 23J, las elecciones gallegas se desarrollarán el día 9 de junio de 2024, coincidiendo con las europeas y posiblemente también con las vascas, como vino sucediendo en las últimos cuatro convocatorias, circunstancia que por cierto al PP gallego le ha sido muy propicia. Esa es la fecha marcada a día de hoy en la hoja de ruta del presidente de la Xunta, convencido como está de que lo suyo es agotar la legislatura, haciendo como mucho un ajuste técnico. Eso, a juicio de Rueda, es lo que esperan los gallegos de un gobierno que siempre ha presumido de previsible. La actual Xunta goza de una estabilidad que a día parece a salvo de unas amenazas que en todo caso tendrían que venir de fuera del ecosistema político gallego.

De lo que también está convencido Alfonso Rueda es de que, después del verano, probablemente tenga que hacer algún reajuste en su equipo a nivel de conselleiros o de altos cargos en organismos vinculados a San Caetano. Si asume la presidencia del Gobierno, Núñez Feijóo tendrá toda la autoridad para tirar de gente de su confianza, esa que, cuando aterrizó en Génova, no se llevó con él para no desmantelar por completo la estructura de mando del Ejecutivo gallego. Habrá más de un ministro o ministra y varios secretarios de estado y subsecretarios de origen galaico, aunque haya que respetar la cuota de poder que corresponde a los otros bastiones del PP, léase Andalucía y Madrid. Para abrir boca, habrá que ir negociando ya las listas gallegas al Congreso y al Senado, en las que no se esperan sorpresas. No en vano Rueda y Feijóo comparten la virtud de la previsibilidad. 

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