Opinión

Pedro Blanco, el delegado atípico

Por la Delegación del Gobierno en Galicia pasaron en los últimos años personajes de diferentes perfiles. Eran fundamentalmente políticos en activo del partido gobernante, unos de primer nivel y otros de segunda o tercera fila, y algún que otro alto funcionario con o sin carné, pero en todo caso de confianza de La Moncloa y con el visto bueno de los dirigentes gallegos del partido gobernante. La mayoría, por no decir casi todos, actuaron como la voz de su amo, aunque unos se metieron más que otros en ese papel. Lo habitual ha sido que entendieran como su principal ocupación dar la cara por el gobierno que los nombra, alabando su labor, tirando incluso de incensario y defendiéndolo con uñas y dientes frente a los ataques del rival. 

El del actual delegado es un caso aparte. Pedro Blanco accede al cargo por accidente o por descarte, según las distintas versiones. No había o no se encontró a alguien con etiqueta y bagaje político del que tirar a la hora de sustituir a José Ramón Gómez Besteiro, el breve, que a su vez había sustituido a José Miñones, promocionado a ministro y que fue quien reemplazó al primer delegado de la era de Pedro Sánchez, el exalcalde de A Coruña Javier Losada. Total, cuatro delegados en poco más que cinco años, un auténtico récord. No hay precedentes de algo así no ya en Galicia (donde el primero, Domingo García Sabell, ocupó el cargo durante quince años nada menos) sino en toda España.

Pedro Blanco no es un político al uso, y se le nota. Tampoco es un alto funcionario de esos que están habituados a asumir responsabilidades en diferentes puestos públicos relevantes a medio camino entre la política y la gestión burocrática. Ni siquiera es un político. Es un abogado laboralista al que, según confiesa, le nacieron los dientes en la UGT. Un sindicalista de los veteranos. Durante treinta años ejerció de coordinador del departamento legal del sindicato. Dicen que fue el actual secretario general del PSdeG, Valentín González Formoso, quien dio su nombre cuando la delegación del gobierno quedó vacante a pocos antes de las elecciones. Blanco forma parte de la actual ejecutiva de los socialistas gallegos, aunque ya había colaborado con la anterior . Es un hombre de partido. Está para lo que se necesite.

Por eso, porque ni es un político al uso, ni probablemente aspire a serlo, Pedro Blanco no concede entrevistas. Apenas improvisa intervenciones en público. Lee declaraciones que le escribe alguien que no tiene en cuenta quién es en realidad el personaje que las va a pronunciar. No le pegan las frases ocurrentes, ni las salidas de tono, como esa de considerar la ley del litoral una ley de desconexión, un exabrupto por cierto copiado de un alto cargo ministerial. Salta a la vista lo mal que lo debe estar pasando el tal Blanco, sobre todo por lo incómodo que se encuentra en el papelón que le toca desempeñar con un gran desgaste personal. Sin duda también es consciente del desprestigio que ocasiona a la función institucional que le toca desempeñar. Porque la Delegación del Gobierno es una respetable institución, aunque las más de las veces a algunos no se lo parezca. 

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