Opinión

Un poco a la derecha y todo por el centro

A saber a quién se le ocurrió, pero es una idea brillante, un acierto desde el punto de vista del márquetin político. En el vídeo de felicitación navideña del Partido Popular de Galicia, Alfonso Rueda aparece conduciendo un autobús por carreteras rurales. En un momento dado se detiene para preguntar a un par de paisanos cómo se va al 2024, una clara referencia a la próxima convocatoria electoral, y su respuesta es toda una hoja de ruta ideológica de cara al 18-J: “Coges un poco a la derecha, no mucho, y después sigue todo por el centro”. Esa, la de un centrismo mínimamente conservador, es la oferta política que ha llevado al PP, con Albor, con Fraga y con Feijóo, a ser la opción preferida por los gallegos desde las primeras elecciones autonómicas hasta hoy. Con ella cosecharon ocho mayorías absolutas de 1989 hasta hoy, solo interrumpidas por el breve paréntesis 2005-2009, en que gobernó el bipartito PSOE-BNG.

Rueda intentará cerrar el paso a Vox con mensajes muy medidos o con simples guiños que atraigan al electorado ultraconservador menos fiel, sin ahuyentar a quienes se autoposicionan en la centralidad, que es donde radican los sectores del electorado que, basculando a un lado o a otro del espectro ideológico, acaban decidiendo el gobierno, aunque sea indirectamente, otorgando o no mayorías suficientes. El mecanismo del voto útil hace el resto. Hasta los más “conservaduros” de quienes simpatizan con el partido de Santiago Abascal siempre van a preferir -a título de mal menor- que gobierne el PP a que se instale en San Caetano una coalición de izquierdas y nacionalista. No en vano, salvo sorpresa mayúscula, esa alternativa de gobierno la encabezaría el Bloque, que, a pesar de imagen moderada de su líder, Ana Pontón, todavía en la última asamblea se declaraba abiertamente soberanista.

El Pepedegá no aspira a alcanzar -menos a romper- el techo de los cuarenta y dos escaños que alcanzó hace cuatro años. Se conformaría con mantener la mayoría absoluta, los treinta y ocho escaños que posibilitan gobernar en solitario. Los populares no quieren depender de Vox ni tener que entenderse con la Democracia Ourensana de Jácome. Pero Rueda no es Feijóo, ni es tan conocido ni tiene por ahora su tirón como marca electoral consolidada. Además, casi quince años consecutivos de gestión generan inevitablemente un cierto desgaste. En el cuartel general del PP gallego confían en que eso se vea compensado por la sangría de votos que sufre el PSOE a nivel nacional por la amnistía y los acuerdos con el independentismo catalán y EHBildu y por el declive que padece desde hace tiempo el PSdeG, dividido, desmotivado y con un liderazgo débil y demasiado supeditado al sanchismo.

Los populares dicen querer una campaña electoral en clave gallega, “ma non troppo”. Convocar las elecciones a mediados de febrero les delata. Por las fechas elegidas se diría que buscan un debate político de perfil muy bajo, condicionado por la polarización del escenario estatal y donde pesen más las siglas por sí mismas que el balance de gestión y las propuestas para enfrentar tanto las grandes “cuestiones de país” como los problemas del día a día. El centrismo tiene mucho de oportunista. Desdeña los posicionamientos rígidos, aprovechando, eso sí, el ruido de fondo que generan los enfrentamientos de trinchera. Porque en Galicia, con sus peculiaridades, también funcionan los grandes bloques ideológicos. En el fondo, se pinte como se pinte, el 18 de febrero los gallegos deciden entre la continuidad de la derecha o un recambio, plural sí, pero de izquierdas. O mantener el rumbo o girar a babor.

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