Opinión

La politica nacional se la juega en Galicia

Nunca antes, que uno recuerde, el cotarro político nacional había condicionado tanto como ahora mismo el escenario gallego. Se extiende la idea de que la fecha definitiva de elecciones autonómicas no se decidirá en San Caetano, ni en la sede del PP gallego, sino en la planta noble de la calle Génova. Porque, aunque quien formalmente las convoca es Alfonso Rueda, habrá de tener muy en cuenta el criterio de Feijóo, que para algo es el que lo ungió como sucesor, además de presidente nacional del partido. Del mismo modo, en última instancia fue cosa de Pedro Sánchez que el candidato socialista a la presidencia de la Xunta sea José Ramón Gómez Besteiro, un dedazo al que en la sede del PSdeG no pusieron reparos, por la cuenta que les tiene, porque además les pareció una buena idea y encima se ahorraban el quebradero de cabeza y el desgaste de unas primarias de verdad.

Por su condición de gallegas, las que mandan en Sumar se reservan el derecho a proponer a su cabeza de cartel en Galicia, si bien, sobre el papel, han de ser los afiliados o inscritos en los partidos que se sumen a la plataforma yolandista los que den el visto bueno a la propuesta, todavía por concretar, que se someta a su consideración. Así las cosas, el rupturismo gallego resulta ser tan sucursalista como el Partido Popular o el PSOE. Esa apariencia de mera franquicia es lo que retrae a Anova a la hora de integrarse -o simplemente converger- con Sumar, además de las suspicacias que genera en ese ámbito la figura de Yolanda Díaz, después de las experiencias de AGE y En Marea que aún escuecen en el beirismo. De que el nuevo proyecto de Díaz parezca lo que es, un experimento de laboratorio engendrado lejos de Galicia, se encargará el Bloque, la única fuerza sin ataduras con Madrid.

Al mismo tiempo, también resulta imposible encontrar antecedentes de una coyuntura como la de este momento, en que la decisión de los gallegos en sus propias elecciones pueda tener tanta repercusión en el plano político estatal. Feijóo se juega mucho en que Rueda conserve la mayoría absoluta y con ella el Gobierno gallego. Un tropiezo en “sus” autonómicas, aunque él no sea el candidato, erosionaría gravemente el liderazgo del actual presidente nacional y de su equipo. Sería un golpe muy duro, que rentabilizarían sus rivales internos. También quedaría tocado el ascendiente de Yolanda Díaz sobre buena parte de la constelación que es Sumar, si lo que cosecha en las urnas gallegas no es un resultado mínimamente digno. No puede aspirar más que a ser la cuarta fuerza, pero entrar por los pelos tampoco estaría a la altura de las expectativas.

Nunca antes se había visto a un líder del PSOE, menos aún siendo presidente de Gobierno, involucrarse tanto, él y la dirección del partido, en unas elecciones gallegas. Desde designar el candidato -que no es lo mismo que bendecirlo o darlo por bueno-, otorgándole relevancia y visibilidad a nivel nacional, hasta volcarse en la campaña desde Moncloa y Ferraz. Si Besteiro no logra como mínimo ser el líder de la oposición, porque los socialistas vuelvan a quedar por detrás del Bloque en el Parlamento gallego, el fracaso se anotará en el debe de Pedro Sánchez. De eso se encargarán, no ya sus rivales políticos, naturalmente, sino también los furibundos antisanchistas de allí y unos cuantos pedristas conversos de aquí. Los éxitos son a veces muy costosos, pero los fracasos siempre salen caros. 

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