Opinión

Pronósticos electorales, ¿ciencia o ficción?

Las calculadoras están que echan humo en los cuarteles generales de los partidos. Los máximos dirigentes y los responsables de campaña hacen números tratando de anticipar la traducción en escaños de los resultados que esperan obtener el próximo 23 de julio. Esas estimaciones se basan en un minucioso análisis de los datos de anteriores elecciones y  las predicciones de los sondeos o “trackings” que ellos encargan o que pagan a empresas especializadas, que este junio y este julio harán su agosto. En todas las fuerzas políticas, ya sean grandes o pequeñas, hay auténticos especialistas en el manejo de esa información y en formular proyecciones, teniendo siempre muy en cuenta el factor corrector que a nuestro sistema electoral proporcional añade la dichosa ley D´Hont. No suelen equivocarse, aunque a veces transmitan hacia adentro o hacia afuera información “cocinada” con la intención de motivar a los propios y movilizar al sector del electorado que estratégicamente les convenga.

En lo que se refiere a Galicia, el PSOE tiene ya asumido que no repertirá el éxito que supuso, en abril de 2019, ganarle al PP por 10 diputados a 9. El PSdeG, entonces liderado por Gonzalo Caballero y con un Pedro Sánchez al alza, obtuvo un éxito histórico superando ampliamente en votos y escaños a los populares, que, hasta entonces y desde los años 80, nunca habían perdido unas elecciones legislativas ni autonómicas en la tierra de Fraga, Rajoy y ahora Feijoo. Sin embargo, en noviembre de aquel año, en la repetición electoral, los socialistas ya tuvieron que conformarse con un empate a 10 escaños, que no estaba mal en relación a los solo 6 escaños cosechados en sus momentos más bajos. Ahora hay quien cree que firmarían ocho y, según sus cálculos, ni esos tienen asegurados. Va a pesar bastante en el reparto la caída de la participación, que tiende a perjudicar a los socialistas. O eso creen ellos.

El PP, que llegó a tener 15 en sus momentos dulces, como en 2011, cuando arrasó Rajoy, estima que mejorará notablemente sus resultados en relación a noviembre de 2019. Las encuestas internas les aseguran de entrada 12 diputados, que podrían ser más en función de los restos y gracias a que Ciudadanos ya no se presenta y Vox sólo tiene un cierto tirón en A Coruña, pero por ahora insuficiente para lograr un diputado. Donde la cosa puede estar mucho más reñida es a la izquierda del PSOE, un territorio en el que compiten el Bloque y Sumar, los herederos de Podemos y Galicia en Común. Los nacionalistas, que aspiran a obtener representación por las cuatro provincias, creen tener garantizados cuatro escaños, casi cinco, mientras a los de Yolanda Díaz hasta la competencia les da por consolidados dos diputados, uno por A Coruña y otro por Pontevedra, este algo más en el aire.

La política parece tener vocación de ciencia exacta. A la hora de adivinar lo que van a votar los ciudadanos, se recurre a la estadística predictiva, a los algoritmos y vaya usted a saber si también a eso que llamamos inteligencia artificial. Inevitablemente, los sondeos se equivocan, a veces más y a veces menos, a la hora de hacer predicciones (véase el inquietante caso de Ourense, con un “jacomazo” que se palpaba en la calle pero que las encuestas no detectaron). Y es que, bien mirado, resulta imposible pronosticar lo que pasará el 23J cuando a día de hoy, o incluso en las vísperas de las elecciones, muchos ciudadanos no tienen decidido el voto. Y ni siquiera saben si votarán. O lo no dicen. O mienten. Como para predecir lo que van a votar... Así las cosas, para ser útil, a la demoscopia, empezando por el CIS,  no le queda otra que adentrarse demasiado en el territorio de la ciencia ficción.

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