Opinión

Replegarse no es darse por vencido


Estaba moralmente obligado a presentarse y sin embargo no tenía por qué prestarse a legitimar un dedazo puro y duro. De ahí que Gonzalo Caballero se inscribiera como precandidato en cuanto se abrió el proceso y ahora opte por renunciar a presentar sus avales para competir con José Ramón Gómez Besteiro por la candidatura del PSdeG a la presidencua de la Xunta. Es, la de echarse a un lado, una decisión meditada y calculada, dicen los suyos, que se explica en parte por las dudas que le asaltaron y por lo que tardó en decidirse cuando se retomó la convocatoria de unas primarias pensadas para la “coronación” y mayor gloria de quien partió como caballo ganador antes incluso de ocupar el cajón de salida. El exsecretario general y todavía diputado en el Parlamento gallego se ahorra una derrota, sin apenas desgaste, con un simple gesto de responsabilidad. 

Teniendo Besteiro la bendición de la “smoking room” y el apoyo inequívoco de Pedro Sánchez, con los aparatos de Ferraz y O Pino volcados a su favor y el respaldo casi unánime de las estructuras de poder institucional del partido en Galicia, Caballero no tenía posibilidad material de ganarle al diputado lugués una pugna intestina a cara de perro que, llegado el momento, abriría en canal una vez más al PSOE gallego, cuando se juega volver a ser al menos la segunda fuerza política para encabezar la alternativa al PP si Rueda no alcanza la mayoría absoluta. Caballero en realidad no se retira, simplemente se repliega. Se concede a sí mismo y al PSdeG una tregua beneficiosa para ambas partes.

Aunque no deje de dolerles, la mayoría de los “caballeristas” entenderán la decisión de su “líder”, que piensa legitimarse evitando ahora el ruido interno, que solo beneficia a los adversarios, y sobre todo implicándose en la campaña electoral hasta donde se lo permitan el candidato y la cúpula del partido, incluso aunque no lo incluyan en las listas de las próximas elecciones autonómicas. Con la retirada de su precandidatura, por lo que tiene de contribución por pasiva a la aclamación de Besteiro, Gonzalo Caballero se ha ganado el derecho a permanecer en O Hórreo aunque sea como diputado de base. Seguramente él ni se lo ha planteado, pero sería hasta de justicia que se le ofreciera esa posibilidad, también en atención o por respeto a lo que tiene detrás.

Con las cartas boca arriba, este no parecía un momento propicio para Gonzalo Caballero. No plantea batalla. Tampoco considera definitivamente perdida la guerra. Ejemplo de resiliencia, él no se da por vencido, ni mucho menos. A sus 48 años confía en disponer de una nueva oportunidad de recuperar el liderazgo para cambiar el rumbo del PSOE gallego, que considera errado. Los resultados de los próximos envites electorales (una eventual repetición de las generales, las elecciones gallegas y las europeas) podrán a prueba la inédita bicefalia del partido, con dos líderes, Besteiro y Formoso, hoy bien avenidos pero que tendrán que repartirse las responsabilidades si las cosas, como parece, vienen mal dada. Las bases les pasarán factura. Las derrotas, por honrosas que sean, nunca salen gratis. Que se lo pregunten al propio Caballero. 

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