Opinión

Requiescat in Pachi

Los suyos le han definido siempre como un “yonqui de la política”. Pachi Vázquez no sabe vivir sin ella. La lleva en la sangre. Empezó pronto y no lo dejó nunca, ni siquiera ahora, cuando tuvo que sentarse en el banquillo de la Audiencia Provincial de Ourense, que le ha absuelto de los casos de presunto enchufismo por los que estaban encausado. Es el fundador y líder de Espazo Común, por cuya formación ejerce como concejal de la oposición en el ayuntamiento de O Carballiño, del que fue alcalde socialista durante diez años. Desde que abandonó el PSOE su actitud ha sido muy crítica hacia el que fuera su partido. Dice sentirse cada vez más distanciado de las posiciones ideológicas y estratégicas que defienden Pedro Sánchez y Gonzalo Caballero. Pese a todo se sigue considerando socialista, de los de verdad, de los de antes del “sanchismo”, al que considera “un chollo para la derecha”.

Empezó en el CDS. Ya casi ni él mismo lo recuerda. Fue en el partido de centro progresista fundado por Adolfo Súarez, tras la defunción de la UCD, donde el entonces joven médico carballiñes dio sus primeros pasos en la vida pública, mediados los años ochenta. Curiosamente allí vivió la primera experiencia de división interna y fue víctima de un golpe de timón impulsado desde Madrid. De lo que sucedió después, en 1991, hay distintas versiones: unos dicen que se ofreció al PP, entonces liderado en Ourense por Tomás Pérez Vidal, y otros aseguran que fueron los populares los que intentaron ficharle. Sin embargo, acabó ingresando en el PSOE, con el que en poco tiempo alcanzó la alcaldía de O Carballiño y un escaño en el Parlamento gallego. Y llegaría a ser conselleiro de Medio Ambiente y secretario general del Pesedegá.

Se equivocan los que dicen que Pachi Vázquez quería ser como Baltar padre, porque en realidad quería ser Baltar. Como diputado provincial fue durante mucho tiempo el auténtico azote del baltarismo. Sin embargo, la forma de hacer política de ambos en el fondo se asemejaba bastante, por aquello de la verborrea fácil, la cercanía con la gente, la hiperactividad y un enfoque claramente populista de la acción política, que deja la ideología en un segundo o tercer plano. Pachi nunca ocultó, en petit comité, una cierta admiración por Baltar senior como político hecho a sí mismo y por el enorme poder que llegó a acumular -incluso fuera de la provincia- viniendo desde abajo. Y los dos acabaron sentados en el banquillo por las mismas o similares acusaciones, aunque el desenlace de sus embrollos judiciales haya sido dispar.

Cuando se dictó la apertura de juicio oral, Pachi fue consciente de que estaba políticamente condenado aunque el tribunal le absolviese. Nada de presunción de inocencia. Muchos de sus propios compañeros de partido -y a la vez enemigos íntimos- ya le habían sentenciado. Porque en las guerras intestinas vale casi todo con tal de aniquilar al rival. Está más que demostrado que muchas veces la munición judicial la aportan los compañeros de viaje, que no se paran en barras a pesar de ser conscientes del daño que esos procesos causan a la imagen de las propias siglas y a la reputación de las instituciones y de los políticos en general. Puede que esta vez no haya sido fuego amigo el que alcanzó a Vázquez, pero seguro que unos cuantos de los que él llegó a considerar cercanos tenían preparado de antenano el epitafio: requiescat in Pachi. Amén.

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