Opinión

Rueda y Calvo, dos sucesiones en una

En el PP gallego se sienten orgullosos, y con razón, de cómo se llevó a cabo el relevo de Feijóo al frente de la Xunta y del partido. Lo consideran ejemplar, porque no hubo ni el más mínimo sobresalto, ni rotos, ni siquiera descosidos. A pesar de que haber tenido que improvisar y apurar plazos, salió todo a pedir de boca, tal y como estaba previsto por quienes tenían la responsabilidad y la capacidad de decisión. Los protagonistas se atuvieron a un guión en el que los papeles estelares se encontraban perfectamente definidos y adjudicados independientemente del momento en que se escenificase. Fue una obra coral, un tanto monocorde, si se quiere. Nada pretenciosa, con varios personajes bastante grises sobre el escenario, sin que ninguno de ellos destacase más que lo imprescindible y sin que nadie cayese en la tentación de sobreactuar.

Y bien mirado se han producido dos sucesiones en una. O una doble sucesión. Como era de prever, Alfonso Rueda sucede a Alberto Núñez Feijóo en San Caetano y en la sede popular de San Lázaro, pero al mismo tiempo quedan sentadas las bases para que a Rueda, cuando toque, lo sustituya Diego Calvo, flamante vicepresidente y pieza clave del nuevo gobierno. En la cúpula del PPdeG y en los despachos más altos de la administración autonómica asumen desde ya que eso es lo previsible, y seguramente lo que Feijóo tiene en mente para el caso de que le corresponda supervisar desde la calle Génova una nueva sucesión en Galicia. Si las elecciones de 2024 vienen mal dadas, los que le conocen creen probable que sea el propio Rueda quien dé un paso atrás y abra otro melón sucesorio. Habiendo presidido la Xunta, puede dar por satisfecha su máxima ambición política.

Sin embargo, con Calvo en la Xunta, Rueda puede respirar tranquilo. No le va a pesar tenerlo a su lado. Se conocen muy bien desde hace años y se respetan, en lo personal y en lo político. El nuevo presidente sabe que va a contar con un colaborador leal, gestor experimentado y con larga trayectoria y predicamento en el partido. Un peso pesado. Alguien que no le pidió nada para él a cambio de apoyarle como sucesor; sólo defendió la conveniencia de un congreso extraordinario del que en realidad también eran partidarios otros “barones” y seguramente el propio Rueda. Y habrá un equilibrado reparto en las cuotas de visibilidad del nuevo equipo, con un “primus inter pares” nada presidencialista, que no pecará del -a veces apabullante- personalismo de su antecesor.

El tiempo juega a favor de Diego Calvo, unos cuantos años más joven que Rueda. Puede esperar tranquilo que llegue su momento. Francisco Conde, el ratificado vicepresidente primero, no participó en esta carrera sucesoria, ni lo hará en las próximas. Está cantado que, si llega a la Moncloa, Feijóo contará con él para su equipo económico y regresará a Madrid, de donde lo captó. No es una cuestión de tener o no aspiraciones. Lo de ser presidente de la Xunta no pasa por la cabeza de Conde, entre otras razones, porque tendría que asumir también el liderazgo del PPdeG y la política orgánica no es lo suyo. Y con Candia todavía de meritoria y Baltar atendiendo su finca, salvo sorpresa mayúscula y quemadas las oportunas etapas, Calvo no tendrá quien le dispute, en serio, el maillot de líder. Los gregarios, incluso los de lujo, no dudarán en reconocerle como jefe de filas.

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