Opinión

Yolanda Díaz o el don de la supervivencia

Sumar tiene mucho ADN galaico. Su fundadora y lideresa es una gallega de Ferrol, afincada en Santiago, la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. La presidenta formal del nuevo partido es Marta Lois, una profesora de Ciencia Política de Universidad de Santiago, natural de Vigo, y hasta hace poco portavoz de Compostela Aberta en el ayuntamiento santiagués. También está en el equipo fundacional, con un papel muy destacado, el politólogo y catedrático de la USC Ramón Maiz -en su día cercano al PSdeG de Touriño- un federalista convencido, que es el responsable de modelo territorial en el nuevo partido. Además en el staff de colaboradores de directos de Díaz tanto en el Ministerio como en el nuevo partido abundan cerebros gallegos bien amueblados de variada adscripción ideológica, de Manuel Lago a Elena Cardezo pasando por Xaime Subiela o Verónica Uzal.

Además la idea de la plataforma Sumar, ahora ya partido con todas las de la ley, es en realidad el resultado de varias experiencias que removieron el mapa político de la izquierda gallega en los últimos veinte años. Todo empezó con la Alternativa Galega de Esquerdas (AGE) capitaneada por Xosé Manuel Beiras con Yolanda Díaz de lugarteniente. Tenían contratado como asesor a Pablo Iglesias, que siempre reconoce que fue aquí donde surgió la idea de crear Podemos, espoleado por el 15-M. Aquello de AGE acabó como el rosario de la aurora. La primera confluencia a la gallega desembocó en En Marea, que además de éxitos municipales (las alcaldías de A Coruña, Santiago y Ferrol), consiguió representación en el Congreso de los Diputados para posteriormente adelantar por la izquierda al PSOE como segunda fuerza en un Parlamento gallego en el que el BNG postquintanista languidecía. 

Por muchas razones, empezando por desencuentros entre Beiras y Yolanda, En Marea también acabó naufragando. Prácticamente se desintegró. Sin embargo, la política ferrolana lograría salir a flote una vez más gracias al salvavidas que le lanzó justo a tiempo un Pablo Iglesias entonces rampante. Junto a esa especie de alter ego que es Antón Gómez Reyno, Díaz creó Galicia en Común, a la manera de una franquicia de Unidas Podemos. Desde que Pablo Iglesias la designó a dedo su sucesora al frente de Podemos, la obsesión de Díaz ha sido crear una nueva plataforma que unifique todo lo que hay a la izquierda del PSOE. En eso está. Esa es la ambiciosa pretensión de Sumar, en cuya articulación, dicen en Madrid, la vicepresidenta ha actuado muy a la gallega.

A la vista del accidentado recorrido del rupturismo gallego, que ahora desemboca casi todo él en el Movimiento Sumar, es de temer que el nuevo experimento, esta vez de ámbito estatal, también se malogre. Si se va a pique, es probable que suponga el punto y final a los sucesivos intentos de vertebrar una oferta política de izquierda real (o transformadora, como prefieren decir sus adalides). Puede que en el material genético que pasó de AGE, a las Mareas y Galicia en Común esté impreso un gen autodestructivo, que actúa de una manera selectiva. Se lleva por delante a todos los compañeros de viaje de Yolanda Díaz -incluidos quienes pagaron el billete o diseñaron el trayecto- y únicamente permite que sobreviva ella que, como si tuviera un don o como si de un gato se tratase, siempre cae de pie y parece tener siete vidas. Políticas, se entiende.

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