Opinión

El investido “to be”

Sabía el Gobierno, el núcleo “duro” del Gobierno, empezando por Pedro Sánchez, que Yolanda Díaz se entrevistaría este lunes, como por sorpresa frustrada, con Puigdemont? En la Moncloa han dado a entender que, solo a última hora del domingo, la vicepresidenta comunicó su viaje a Bruselas y los motivos que lo impulsaban. En el palacio presidencial, por cierto, se desmarcaban de la iniciativa “exclusivamente suya” de la señora Díaz, que de nuevo aparece como la avanzadilla en las negociaciones con Waterloo. Pero no hay tal, pienso: claro que Sánchez, al menos, conocía con la suficiente antelación el encuentro de la vicepresidenta con el ex president de la General, el fugado personaje que provocó, con su declaración de independencia en 2017, todas las catástrofes que conocemos. Quizá algo más: el presidente del Gobierno central no solo conocía el viaje, sino que acaso encargó a la dinámica cabeza de Sumar que vaya adelantando el terreno para cerrar ya un acuerdo con el incómodo prófugo.

Nada de esto, ni de la amnistía, ni de la otra exigencia de Junts (y de ERC), el referéndum de autodeterminación, ni del fugaz viaje de doña Yolanda, dijo este lunes Pedro Sánchez al comparecer en el Ateneo de Madrid para inaugurar el curso político en la capital. Rodeado de nueve ministros, numerosos altos cargos y entusiastas socialistas -que no llenaron del todo el aforo del acto, al que no asistieron, como hacían en años anteriores, algunos grandes empresarios y banqueros-, Sánchez hizo un discurso al uso, repleto de ataques contra la derecha en general y contra Núñez Feijóo muy en particular, y fuertemente laudatorio de la propia obra.

Pero los oídos atentos sí captaron algunos matices: es el momento de la audacia para dejar atrás el “procés”. Hay que pasar página para propiciar la normalización en Cataluña. Que cada cual interprete en qué consiste eso de la “audacia”, dicho a menos de un mes del sexto aniversario de aquellas acciones -referéndum unilateral y declaración posterior de independencia- y a poco más de un mes de que se celebre una Diada que este año va a contar con la presencia de los líderes de Junts -no Puigdemont, claro- y Esquerra -Aragonés incluido- en un plan tan reivindicativo como exige la coyuntura: los dos partidos independentistas, enfrentados, compiten en la dureza de sus exigencias para dar el “sí” a la investidura de Sánchez. Quien, por cierto, se mostró muy tranquilo en su aparición ateneísta: dio por seguro que alcanzará la investidura y hasta dijo que él había ganado las elecciones, olvidando que quien las ganó fue, en realidad, Feijóo, aunque este vaya perdiendo las “poselecciones”.

Yo diría que Sánchez, que obviamente tiene más información que quienes opinan lo contrario, se da ya por investido, allá por mediados de octubre, que es cuando se celebraría la segunda vuelta con él como protagonista, una vez presumiblemente fracasada la primera vuelta de Feijóo. Investido “to be”, que dirían los británicos; es decir, que no lo está aún, pero que está en camino de estarlo. Siempre Puigdemont mediante, claro.

La sensación dominante, al menos entre quienes asistíamos al acto en la lluviosa mañana del lunes en el Ateneo, era unánime en el sentido de que Junts acabará dando “luz verde” a la permanencia de Sánchez en la Moncloa. Sin duda, Yolanda Díaz ha transmitido a “su” presidente, “de primera mano” lo que Puigdemont anunciará este martes como exigencias a cambio de la investidura. De una manera o de otra, con parábolas, silencios o acciones paralelas, esas exigencias acabarán cumpliéndose, porque Puigdemont ahora solo está interesado en que alguien, sea el PSOE o el PP, le garantice un regreso tranquilo a las calles catalanas, para ser aclamado y poder presentarse a las elecciones del año próximo, para ganarlas, como el hombre que humilló al Estado. ¿Hay mayor y mejor venganza que volver como un Mandela a la presidencia de la Generalitat, de la que tuvo que huir en el maletero de un coche? Pues ese, nada menos, parece ser el plan.

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