Opinión

El viaje desesperado de Albares y otras muchas cosas

Iniciamos una semana de las tópicamente llamadas “de alta tensión”. La semana que Feijóo inicia con un encuentro, del que se hablará, con el jefe de la CEOE, Garamendi, dicen que disgustado con Sánchez. La semana que terminará con el “acto”, de difícil denominación, pero masivo en todo caso, organizado por el PP para protestar contra los intentos de una ley de amnistía para Puigdemont y los suyos. La semana del “felipazo” y el “alfonsazo”. Y la semana del viaje desesperado de Albares. Si me permiten, comenzaré por este último punto.

Porque el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, tiene este martes una cita en Bruselas con sus colegas en el Consejo de Asuntos Generales de la UE. Y allí tiene la encomienda de convencerles de que acepten la introducción del catalán, el euskera y el gallego como lenguas oficiales de la Unión, junto a las otras 24 que operan en la “eurocracia”. Tarea difícil, porque varios países, con gobiernos conservadores, Suecia y Finlandia a la cabeza, ven con malos ojos la iniciativa diplomática española exigida por Puigdemont, entre otras cosas como se sabe, para dar el “sí” a la investidura de Pedro Sánchez. El intento de cumplir con el fugado de Waterloo llega hasta el punto de que España se ha ofrecido a pagar de “su” bolsillo los gastos de traducción simultánea, ediciones y demás relacionados con la introducción de estos idiomas en el multilenguaje de la UE.

Ignoro a cuánto ascienden estos gastos, pero sí estoy seguro de que un Gobierno en funciones no puede, de acuerdo con la ley vigente (ley del Gobierno de 1979), dar este paso, para nada una cuestión “ordinaria”, como reclama la ley. Supongo que Feijóo, esta misma semana, en sus intervenciones previas a su seguramente no-investidura el próximo día 27, se referirá a este hecho, aunque hay omisiones difícilmente comprensibles en la política de oposición que llevan a cabo los “populares”. Hablé con el presidente del PP hace pocos días, en un programa televisivo, y me sorprendió, debo decirlo, su quizá excesiva calma ante unos acontecimientos que tanto se precipitan.

Tampoco soy capaz de anticipar lo que el nuevamente tándem Felipe González-Alfonso Guerra dirá cuando, este miércoles, presenten el nuevo libro del segundo en el Ateneo de Madrid. Sospecho que un nutrido grupo de ex altos cargos del PSOE en los gobiernos de González y Zapatero va a arropar el acto, que sin duda va a gustar poco en la sede de Ferraz y nada en La Moncloa. A veces da la impresión de que algunos en la “vieja guardia” socialista hacen una más dura oposición a lo que ha dado en llamarse “el sanchismo” que en las filas de la derecha.

Y vuelvo a lo de Albares: no es probable que los “colegas” de la UE den un portazo definitivo a las pretensiones del Gobierno español en cuanto a las lenguas cooficiales, pero es menos probable aún que den el “aprobado”, así como así y aunque a la UE le salga gratis (a nosotros no), el “visto bueno” a la irrupción, que por otro lado sería lógica en otras circunstancias, del catalán, el euskera y el gallego en el funcionamiento comunitario.

Así que pienso que de ninguna manera va a ser esta una buena semana para el presidente del Gobierno en funciones, que ve cómo las filas en el movimiento Sumar se resquebrajan y hasta los de Podemos le exigen que mantenga a Irene Montero de ministra (ya están, por cierto, en un ejercicio de vender la piel del oso antes de cazarlo, circulando hasta quinielas de “ministrables” en un hipotético Gobierno de Sánchez con permiso de Puigdemont). El presidente irritó, dicen, a los empresarios cuando, el viernes, desde la sede de la CEOE lanzó un duro ataque contra Feijóo en lo que era un acto de la presidencia española de la UE, y es de suponer que este lunes, en su encuentro con Feijóo, Garamendi lo deje bien patente. Y así, en este clima tan desapacible, va a empezar la “cuenta atrás” de Feijóo (y de Sánchez) hacia el futuro político de una nación, España, que está patentemente hecha un lío, como diría Rajoy.

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