Opinión

El camino irrenunciable

No suele andarse el rey Felipe VI por las ramas en sus mensajes navideños y va en corto y por derecho a expresar sus preocupaciones y esperanzas ante los problemas y retos que se presentan a los españoles. Pero si el que pronunció meses después de hacerse cargo de la Corona tuvo un carácter más cercano a las preocupaciones de los ciudadanos, a su situación socioeconómica, en esta ocasión su discurso ha sido más institucional, -la elección del Salón del Trono del Palacio Real para su grabación ya lo demostraba-, o si se prefiere, más frío, a pesar de los gestos contundentes con los que acompañaba sus palabras.

El hilo conductor de todas sus intervenciones viene marcado por dos ideas que ya expresó en su discurso de proclamación: la aseveración de que en España “cabemos todos”, como volvió a repetir, y la apelación a una actitud de entendimiento y consenso para abordar tanto el desafío secesionista de Cataluña como para resolver el complejo escenario político salido de las urnas el pasado domingo.

Se le vio más preocupado por el primer asunto que por el segundo, precisamente porque la Constitución le cita como símbolo de la unidad y permanencia del Estado, mientras que su papel como árbitro y moderador en la vida política está más constreñido porque, como afirmó, se inicia “el procedimiento establecido en nuestra Constitución para la gobernación de nuestro país”, poniendo énfasis en el papel que desempeñan las Cortes, si bien insistió en que la forma de llevarlo a cabo ha de ser mediante “el diálogo, la concertación y el compromiso”, porque  el camino emprendido para resolver los conflictos “es ya, de manera irrenunciable, el del entendimiento, la convivencia y la concordia en democracia y libertad”. Y este modo de actuar vale tanto para abordar la formación del próximo Gobierno como para afrontar el problema catalán.

Si el discurso sobre Cataluña no puede ser otro distinto al que hizo resaltando “unos mismos valores constitucionales que compartimos” y las “reglas comunes de convivencia que nos hemos dado”,  de las que se deriva el reconocimiento de “nuestra diversidad en el autogobierno de nuestras nacionalidades y regiones”, la reacción de los partidos independentistas catalanes fue también la habitual al contraponer democracia y urnas al orden constitucional y a otra de las referencias explicitas de todos los discursos reales, “reconocernos en todo lo que nos une”.

Sí se echaron en falta, en relación a otros mensajes, unas consideraciones más amplias sobre la situación de crisis económica que sigue atravesando España, aunque insistió en la necesidad de que se cree empleo de calidad, a que en el empeño de sacar el país adelante “nadie se quede en el camino”, y a que es preciso “reducir las desigualdades, acentuadas por la dureza de la crisis económica”. Y otro tanto pasó con la corrupción, a la que no se refirió más que de pasada cuando pidió que las instituciones “sean sensibles con las demandas de rigor, rectitud e integridad que exigen los ciudadanos para la vida pública”.

Y si acaso, se puedo atisbar una crítica al gobierno saliente y una recomendación al entrante, cuando afirmó que es necesario que la voz de España se  haga oír en la Unión Europea sobre los grandes problemas –terrorismo yihadista, cambio climático, refugiados- que preocupan a la comunidad internacional.

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