Opinión

Cuidar a los cuidadores

El alarmismo y las polémicas desatadas tras la decisión del Gobierno de repatriar a dos religiosos españoles que se encontraban aislados en un hospital de Liberia infectados por el virus del ébola demuestran hasta qué punto es necesaria una labor de información potente para evitar que una acción lógica, segura y humanitaria quede empañada por cuestiones de procedimiento, y que no sean las propias autoridades políticas las que las propicien.

Que la sanidad española es de las mejores del mundo, a pesar de los recortes sufridos a lo largo de los últimos años, es innegable, y lo mismo se puede predicar de la capacidad y solvencia de los profesionales sanitarios. Nadie pone en duda además que el protocolo establecido para tratar enfermedades contagiosas como el ébola es el adecuado, como también lo ha sido trasladar a los dos religiosos españoles, el sacerdote Miguel Pajares y a la monja Juliana Bohé, al hospital Carlos III de Madrid, en su día hospital de referencia para enfermedades infecciosas y por tanto con instalaciones adecuadas para su tratamiento y es pequeño, que a La Paz, mucho más masificado, de tal forma que se evita así no la propagación de la enfermedad, -en estas circunstancias el riesgo de contagio es mínimo-, sino la de los temores injustificados. Que una treintena de personas ingresadas en el Carlos III hayan tenido que ser trasladadas de hospital es otra medida práctica para evitar riesgos y proporcionarles mayor tranquilidad a ellos y a sus familias.

La reacción del Gobierno para traer a los dos religiosos españoles -la monja finalmente no parece estar infectada de ébola sino de fiebres tifoideas- ha sido rápida, a pesar de los titubeos iniciales en el momento que se recibió la llamada de socorro de Miguel Pajares, trasladado a España en uno de los aviones que utilizan las autoridades del Estado. El religioso intentó hasta el último momento que fueran traídas a nuestro país las otras dos monjas de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, de origen español, Concepción Chantal Pasaline Mutwamene -congoleña- y Paciencia Melgar -guineana- que formaban parte del mismo equipo que desarrollaba su trabajo en el hospital San José de Monrovia, también infectadas por el virus y sin posibilidad de acceder a los tratamientos adecuados para que su vida no corra peligro.

Aunque cada país está en la obligación de cuidar de sus nacionales, hay otros que no tienen capacidad para ello y es precisa una solidaridad de primera mano para salvar la vida de quienes han dedicado la suya a mejorar la de los demás. La decisión de no trasladar a estas dos religiosas ha sido justificada tanto por el Ministerio de Sanidad como por el de Exteriores, cuando con una acción en contrario se habría potenciado el aspecto solidario de la Marca España que tiene un capítulo dedicado a estos asuntos. No parece que traer a dos religiosas más hubiera supuesto un grave problema de déficit público ni de seguridad sanitaria. Y si no se cuida a los cuidadores la situación sanitaria en África no hará sino empeorar

La lucha contra la extensión del ébola debe ser un empeño tanto de los países afectados como de la comunidad internacional a través de la OMS, que debe proveer de los medios precisos para detener una epidemia ante la que se ha tardado en reaccionar cinco meses, desde que Guinea comunicará los primeros casos del nuevo brote.

Te puede interesar