Opinión

Desconfianza mutua

El presidente del Gobierno en funciones ha realizado dos afirmaciones, tras la tradicional audiencia de verano con el rey en el Palacio de Marivent, una de las cuales deriva de los resultados electorales del pasado 28-A, lo que les confiere una certeza matemática interpretada políticamente a favor del PSOE; y la segunda, consecuencia de todo lo ocurrido en torno a la fallida investidura de Pedro Sánchez tras las negociaciones y la votación en el Congreso con el portazo de Unidas Podemos.

En distintos momentos Pedro Sánchez repitió que los resultados de las elecciones generales ofrecen un consenso acerca de que los ciudadanos se pronunciaron a favor de un gobierno progresista liderado por el PSOE sin dependencia de los partidos independentistas. Esa ha sido su línea de trabajo a lo largo de los últimos cien días. Si Ciudadanos no hubiera establecido un cordón sanitario en torno al PSOE, la lectura de los resultados habría podido se otra. Y en cierto modo más estable y en algunos aspectos sociales también con carácter progresista, como dicen buena parte de los votantes de Albert Rivera.

A Pedro Sánchez no se le había escuchado con tanta contundencia señalar a Unidas Podemos y sobre todo a su líder, Pablo Iglesias, de ser el responsable del bloqueo institucional y de la ausencia de gobierno por la desconfianza mutua. Sánchez ha vuelto la oración por pasiva y a la acusación de los “podemitas” de que el PSOE no cumple en el Gobierno lo que promete en campaña electoral y que por tanto necesitan marcarlo de cerca, el jefe del Ejecutivo en funciones ha introducido un nuevo concepto político el “gobierno de compartimentación” para señalar que Pablo Iglesias pretendía que hubiera dos gobiernos en uno. Por si había alguna esperanza de que la comparecencia de Pedro Sánchez fuera un elemento de distensión puede afirmarse que ha sido todo lo contrario: se ha cavado una zanja más profunda entre ambos partidos, y recomponer la confianza parece cada vez más difícil. Bien. Queda tiempo para hacerlo y cumplir con la reflexión real acerca de que lo mejor es no volver a llamar a las urnas. Si ambos partidos coinciden que, en efecto, las urnas dijeron que el PSOE debe encabezar un gobierno progresista sin apoyos independentistas, no les queda más remedio que alcanzar un acuerdo.

Sánchez mantiene la presión. Ofrece un gobierno a la portuguesa, a la danesa, un pacto de legislatura... No ha descartado de plano el gobierno de coalición pero si que es preciso comenzar por el principio, por el programa que trata de consensuar con los colectivos sociales y económicos con los o que se reúne y no por los cargos. Todo va en la misma dirección de presionar a UP, mientras que las referencias a un hipotético apoyo de PP y Ciudadanos a su investidura mediante un ejercicio de “genenerosidad” no deja de ser un brindis al sol sin convicción y menos aún desde la “ocurrencia” del PP, de que Sánchez dé un paso atrás y abandone su pretensión de ser investido.

El 23 de septiembre es la fecha límite para que haya un gobierno efectivo. Las conversaciones con los colectivos sociales y económicos y las declaraciones de los presidentes autonómicos ponen de manifiesto que cada vez es más acuciante responder a las las necesidades ciudadanas y acabar con el bloqueo, previa superación de las desconfianzas. He ahí el problema.

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