Opinión

Espectáculos nada edificantes

Causa estupefacción todo lo que está sucediendo en torno a la vida política nacional sin que nadie sepa cómo va a parar este carrusel en el que lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer. Lo viejo son los casos de corrupción y algunas actitudes que ni los partidos más tradicionales son capaces de tomar con nocturnidad y alevosía. Lo nuevo que no acaba de nacer es la formación de un Gobierno y la recomposición de relaciones con Cataluña.

El espectáculo de la posibilidad de un contencioso institucional en el que debiera mediar el Tribunal Constitucional a cuenta del control parlamentario al Gobierno en funciones es un producto del desconcierto creado por los resultados electorales y de la defensa de sus intereses por parte del Gobierno de Mariano Rajoy. Declaraciones de expertos en derecho constitucional sobre si el Congreso puede o no controlar al Gobierno en funciones las hay para todos los gustos, con lo que la decisión final del Ejecutivo se debería a una cuestión de voluntad política que el Gobierno en funciones no tiene. De llegarse al Alto Tribunal, es preciso recordar que son escasísimas las veces –ya fuera la mayoría conservadora o progresista- en la que los magistrados han votado de forma distinta a los intereses del Gobierno.

Otro despropósito no menor ha sido el de las votaciones sobre la unidad de España para harto contento de los independentis- tas, porque en su intención de que algunos se retratasen, han sido los partidos constitucionalistas los que han salido malparados por la forma en la que han planteado la cuestión. Al menos los tres – PP, PSOE y C’s-en las dos votaciones cruzadas acabaron votando en el mismo sentido, pero quienes afirman defender la indivisible soberanía nacional dieron más muestras de estar preocupados por sus propios intereses que por el bien superior que querían reafirmar.

Entretanto, Pedro Sánchez parece dispuesto a no dejar pasar la oportunidad de mantener la iniciativa política. La advertencia preventiva de Ciudadanos sobre su conversación con el presidente catalán Carles Puigdemont acerca del referéndum de autodeterminación estaba de más, mientras que la intención de tender puentes con Cataluña, donde también comienzan a darse movimientos que pueden rebajar la tensión, es una oportunidad que no debe desaprovecharse. Al tiempo, retoma las conversaciones con Podemos siempre sobre la base del acuerdo con Albert Rivera por- que el acuerdo sobre las medidas progresistas que aceptan los tres grupos siguen estando sobre la mesa.

Partido Popular y Podemos siguen, sin embargo, enredados en su laberinto. El impulso de Mariano Rajoy para tomar la iniciativa después de la investidura falli- da de Sánchez parece haberse diluido una vez más y las discrepancias internas respecto a la forma de abordar la corrupción en Valencia ha abierto una brecha entre la vieja y la nueva guardia, mientras crece la sensación de que quizá la mejor forma de regenerar su partido, como ha ocurrido en otros acasos, sea desde la oposición. Y en cuanto al partido de Pablo Iglesias no deja de sorprender que algunos elementos de su crisis ya no sean tanto de crecimiento como de concepto y de la forma de entender la vida partidaria a la usanza de la vieja casta, mediante mecanismos que ni tan siquiera los partidos tradicionales son capaces de utilizar.

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